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7, octubre 2018 - 23:44

┃ Arturo López Escalona

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POR ARTURO LÓPEZ ESCALONA

El primer adalid de los Juegos Olímpicos de México 1968 fue Juan Máximo Martínez, atleta solitario que no pudo frenar la embestida africana en los 5,000 y 10,000 metros planos. A 50 años de distancia, abrió las puertas de su hogar y volvió a transpirar aquellos días de sublime gloria.

Sin embargo, para nuestro héroe deportivo, el cáncer ha dañado sus riñones, pero no su entereza en el camino que le ha tocado vivir, desde que dejó su pueblo San Juan de las Manzanas, en Ixtlahuaca, Estado de México, sin padres, ni el hermano mayor que falleció, pero tuvo que cuidar de sus dos hermanas.

“Me siento satisfecho, le doy gracias a Dios que vivo todavía y Dios me prestó la vida para llegar a esos Juegos Centroamericanos y del Caribe, Panamericanos y Olímpicos. Ahora, nada más me quedan puros recuerdos”, manifestó con nostalgia Juanito Martínez, estrella mexicana de aquellos Juegos de la Amistad, aunque no le tocó vivir la ceremonia inaugural, porque competía al día siguiente.

El 13 de octubre, el público mexicano desde la tribuna gritaba “¡Juanito, Juanito, Juanito, tú puedes! Los gritos hicieron vibrar el estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, en sus tres presentaciones, la final directa de los 10,000 metros planos, la eliminatoria que terminó segundo y la gran final de los 5,000 metros, datos que no reflejan el calor humano que recibió y la prestancia competitiva que lució con gallardía.

Juan Máximo aceptó que tiene la sensación de volar sobre el tartán como lo hizo en su juventud, en la época del amateurismo: “todavía tengo ganas de seguir corriendo”, manifestó.

Ya no está en condiciones de recorrer las rutas que abrió para el atletismo de fondo, el cáncer le perforó el fémur de la pierna izquierda, ni tiempo le dio de tomar el bastón cuando escucho como el hueso se fracturaba, mientras esperaba en el hospital para que le hicieran unos estudios de laboratorio.

Un tumor le afectó un riñón y el otro tiene solamente una función del 30 por ciento. Mantiene el tratamiento de quimioterapias.

“Ahí la llevo, todavía me voy al Desierto, le digo a mi nieto saca la camioneta y me voy a caminar un rato con mi bastón, veo los árboles. Hay tristeza. Puro recuerdo… Yo fui la batuta del atletismo mexicano de fondo”.

 

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