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Mira

23, octubre 2018 - 1:32

┃ Héctor Reyes

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Foto: Especial

En esta joya de la crónica de la época podemos revivir uno de los acontecimientos más importante de los Juegos Olímpicos de México 68. Quizá después de la marca mundial del atleta Bob Beamon y la medalla de oro de Felipe Muñoz en la natación, la corona conquistada por la gimnasta Vera Caslavska podría marcar los tres hechos memorables de la celebración del aniversario 50 del acontecimiento más relevante que haya organizado nuestro país.

“¡Vera, Vera, Vera!” Y al pronunciar su nombre con gran entusiasmo el público que llenó el Auditorio Nacional, tributaba a la grandiosa checoslovaca un reconocimiento a su calidad y arte como gimnasta que, aun sin saber la puntuación oficial, ya los asistentes la daban como la indiscutible reina de la gimnasia.

Vera venció, su puntuación fue de 78.25 puntos, pero la frialdad de una calificación no dice todo lo que tuvo que hacer, la diva gimnastica para llevarse el triunfo, que sin lugar a dudas, ha sido el más valioso de su carrera, por la calidad innegable de sus contrarias y por lo ajustado que estuvieron los jueces con ella.

Pero su majestad Caslavska es de otro grupo; de un grupo que actualmente no existe en el orbe, y que solo se puede concebir en el poderoso pensamiento del hombre. Algo así como una leyenda o un cuento de hadas.

Con todo el escenario iluminado por potentes candilejas, con un fulgor que daban todas las estrellas que buscaron la gloria olímpica, Vera, con una luminosidad de sus cualidades únicas brilló con luz propia. ¡Como un astro rodeado de pequeños mundos!

Algo nunca visto en una justa olímpica sucedió.

Una apelación que nació por parte del púbico en un fallo mal dado. La causante indirecta de esa reacción de más de 20 mil personas fue la monarca Vera Caslavska, a la cual desde un principio la fustigaron los jueces con unas calificaciones que estaban muy debajo de su verdadero valer.

La checoslovaca terminó su ejercicio en la viga de equilibrio, y al concluir, se pensó que el primer 10 de la competencia olímpica iba a caer. Su desempeño en la viga fue algo único. Originalidad, belleza, continuidad, precisión, y una salida que dio la impresión de que Vera se había puesto plomo en los pies para ejecutarla. ¡Fue perfecta! Los aplausos fueron algo que hicieron sembrar los cimientos del local y el tablero indicó un 9.60, que era el robo más descarado que pudiera haber. Lindeza y media le dijeron a los jueces, y el jurado de apelación tuvo que intervenir y le cambiaron la calificación por 9.80 que aun así no fue del agrado del respetable.

No bien el pianista había tocado los primeros acordes del Jarabe Tapatío que fue la música que Vera utilizó para sus ejercicios en el piso, cuando se desgranó una inmensa ovación. Hasta en eso Vera enseñó que es muy grande. Con ello terminó de echarse al público a la bolsa.

Los jueces volvieron a las andadas y le pusieron a la checoslovaca una puntuación de 9.85 que fue igual a la que le pusieron a la soviética Natasha Kushinskaya, aunque la rusa no estuvo tan afortunada en su ejecución.

La confirmación de su supremacía la dio Vera en las barras asimétricas. Ahí fue el acabose. Vera prometió una sorpresa. ¡Y qué si la dio! Vuelos, pases increíbles de barra a barra, arabescos y una salida que quedó como una muestra de una hermosa conclusión. El pizarrón electrónico señaló 9.90, que fue la calificación más alta de la competencia.

LA LINDA NATASHA

No cabe duda de la arrolladora simpatía de la soviética Natasha. Una sonrisa de ella cautiva hasta las piedras, pero de eso al tercer lugar que le dieron debajo de su paisana Zinaida Voronina hay una dimensión muy grande. Natasha es una gran gimnasta pero a eso se agregó la parcialidad de los jueces y perjudicaron a Larisa Latinina, también soviética, ya que todo lo que hizo la simpática Natasha fue calificado con demasiada benevolencia. El contraste de calificaciones dio el título por equipos de la URSS con 382.85 puntos y la medalla de plata fue para Checoslovaquia y Alemania del Este, el bronce.

El equipo de México quedó instalado en el último lugar. Las de casa son demasiado noveles para este tipo de competencias, pero se debe destacar su deseo por hacer bien las cosas. El conjunto tricolor fue el más joven de todos los que se presentaron.

DIJO VERA ADIÓS

Vera fue recibida por aplausos periodísticos. Explicó lo de la preparación del equipo: “Interrumpimos completamente el entrenamiento durante aquellas dos semanas de los sucesos en Praga. Nos afectó psicológicamente para estos eventos. ¿Por qué elegí música mexicana para mis ejercicios de piso? Porque cuando vine en 1966 me gustó mucho, porque esta llena de temperamento y ritmo. No sabía que gané por más de un punto: por supuesto eso me hace más feliz”.

Una ocurrente pregunta estalló en la tribuna – mucha gente se quedó a escuchar las declaraciones- : ¿Se casa o no se casa? Y respondió, con el mismo talento de su arte gimnástico: los mexicanos me han tratado tan amablemente que no he tenido tiempo de hablar con mi prometido. Ahora que tendré un poco de tiempo aprovecharé para hablar con él y a ver qué planes tiene. Pero así como cuando vine estuve totalmente interesada en una medalla de oro y durante mucho tiempo lleva 11 años entrenado mi único interés era la gimnasia y ahora tengo otras preocupaciones casarme, tener hijos… Sí, esta ha sido mi última competencia.

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