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Mira

8, diciembre 2018 - 21:15

┃ Violeta Alva

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POR VIOLETA ALVA

Un gol separaba a Cruz Azul de la final, esa a la que no llegaban desde el Clausura 2013.

Los cementeros necesitaban meter uno y que Rayados no marcara, de lo contrario estarían obligados a meter tres.

En un principio la confianza era vasta. En las gradas de tenía fe en que podían dar ese paso fácil. El invicto en el Azteca estaba de su lado.

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Pero después de unos minutos bastante flojos, el sufrimiento se apoderó de los aficionados. Las manos les sudaban, otros brincaban en alguna jugada peligrosa y otros más le rezaban a su santo más milagroso.

Y es que la historia estaba en su contra. Los 21 años sin título, recién cumplidos el pasado viernes, pesan y pesan mucho.

Pero la ilusión de los seguidores cementeros era grande. El penal marcado a favor los ilusionó y los hizo verse en la final, pero la falla de Caraglio desde los once pasos terminó con ese ánimo.

El medio tiempo fue lo mejor que pudo pasar para la salud de estos seguidores, que aún con 45 minutos por delante mantenían vivas sus esperanzas.

“Azul, azul” se escuchó en alambradas en el complemento. El cambio de actitud en el equipo fue aplaudido por los aficionados, quienes continuaron alentando. Los aplausos eran continuos, el bombo retumbaba fuerte.

El gol de Caraglio avivó las ilusiones. Fueron minutos de incertidumbre los que Fernando Guerrero tomó para finalmente dar como válido el tanto del argentino, que generó el grito ensordecedor de la grada. La Máquina estaba en la Final.

Pero los nervios no terminaban ahí. Cada llegada de Rayados se traducía en una petición, 3n una promesa, en una manda más que habrá que pagar.

Llegaron los últimos 10 minutos. Esos que históricamente tumban a los cementeros y a los que le deben el famoso verbo de “cruzazulear”.

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Las plegarias fueron más constantes, los silbidos más fuertes, los abucheos aún más. ¡La afición quería que el partido terminara ya!

Los ¡olé, olé! se hicieron presentes. Las luces de los celulares se encendieron.

Dos minutos del final y el corazón parecía salirse de su pecho. El silbante decidió agregar cinco minutos, los más largos hasta ahora.

Pero el silbatazo finalmente llegó. Lo hecho en la temporada tuvo su recompensa.

La gente corrió por los pasillos del Azteca. Se abrazo como lo hizo hace cinco años. Volvieron a festejar. La ilusión es más grande que nunca.

Cruz Azul está en la Final y de rival quiere al América.