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16, diciembre 2018 - 17:29

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POR RUBÉN BERISTÁIN

La fe del aficionado de Cruz Azul no la quebranta nada ni nadie. Están cerca de conseguir la gloria y el ánimo de cada uno es incalculable. Hoy sueñan a lo grande y no hay excusa que logre detenerlos.

Esa pasión se transportó al hotel de concentración de la Máquina. Horas antes del encuentro de la gran final entre Cementeros y Águilas, la afición se hizo presente en el Royal Pedregal con la intención de apoyar a los suyos. Esa comunión entre directiva, cuerpo técnico, jugadores y fanáticos estuvo más presente que nunca.

El reloj marcaba las dos de la tarde y una decena de aficionados se instalaron en las inmediaciones. No se querían perder ningún detalle. Poco a poco arribaron más hasta llegar aproximadamente a 150 personas, quienes, con gritos y cánticos, hicieron vibrar todo Periférico.

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En punto de las cuatro de la tarde, el equipo se dejó ver. El primero en salir fue Jesús Corona y fue vitoreado al unísono. Confiaban ciegamente en que el portero dejaría una vez más su arco imbatible. Después aparecieron el estratega Pedro Caixinha y el presidente deportivo Ricardo Peláez. Este último saludó levantando el puño en señal de una probable victoria. Enseguida siguieron todos los jugadores. Elías Hernández, Martín Cauteruccio y Julio César Domínguez fueron los más consentidos.

El autobús partió rumbo al Azteca junto con cuatro camionetas que transportaron a la familia cercana de cada futbolista. Previo a su salida tuvieron una última sesión de coaching liderada por Bernardo Angulo. Así afinaron el ánimo previo a uno de los partidos más importantes de sus carreras. La novena estrella está cerca y los cementeros lo saben.

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