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Mira

11, diciembre 2014 - 22:20

┃ María Vega

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POR HÉCTOR REYES
FOTOGRAFÍA: ALBERTO MONTALVO

JUAN Ignacio Reyes, reconocido el viernes pasado con una alberca que lleva su nombre en Atizapán de Zaragoza, comparte el trabajo y el entrenamiento en búsqueda de su quinta participación paralímpica en Río 2016. En todas ellas ha ganado una medalla de oro en los 50 metros dorso. Para esta ocasión hay una diferencia, su mamá llegaría en calidad de auxiliar del entrenador de origen cubano, Ulises Menéndez.
“El día que salimos a España a mi mamá la operaron de emergencia. Fue muy difícil tanto para el entrenador como para mí estar lejos. Mi mamá es el brazo derecho del entrenador y para mí es el brazo derecho e izquierdo, gracias a Dios logró salir adelante, es una mujer muy fuerte y esperamos su recuperación”, declaró el nadador paralímpico que este año fue candidato al Premio Nacional al Mérito Deportivo 2014.
Socorro González León a lo largo de 18 años ha sido parte de las selecciones nacionales de natación desde el primer campeonato que ganó su hijo en 1996, y sólo faltó este año debido a que sufrió una peritonitis ocasionada por la oclusión de una hernia abdominal. Este lunes será intervenida para ser reconectada; en tanto dirige el entrenamiento con el aplomo que le caracteriza y la confianza plena del entrenador Ulises Menéndez con pupilos de Veracruz, Estado de México y el Instituto Mexicano del Seguro Social.
Doña Socorro bajó alrededor de 13 kilos de peso, se ve demacrada por todo lo que ha pasado.
“El doctor dijo que fue muy delicado y fuerte lo que me había pasado, pero Bendito sea Dios decía el médico que tenía un ángel arriba, pero tengo muchos arriba y muchos abajo que pidieron por mí y gracias a Dios pudimos salir adelante”, narró la inquebrantable señora que ha permitido a su hijo cumplir sus sueños.
Episodio que narra Juan Ignacio, acostumbrado a los cuidados de su mamá.
“Estuvimos en España 15 días, regresamos a México, estuvimos una semana, yo pedí permiso en el trabajo porque mi mamá estaba internada. Fue muy complicado porque me tuve que ir a la semana siguiente a la competencia en Estados Unidos y no pudo acompañarme”, citó el plusmarquista mundial.
“Precisamente por la discapacidad de Juan yo venía a traerlo a natación y me tenía que quedar, así con el entrenador con el que empezó aprovechaba que yo estaba presente y me empezó a dejar encargado el entrenamiento con los chavos. Empezamos con él a entrenar y luego empecé a quedarme con todo el grupo. Me gustó mucho, el deporte siempre me ha gustado y me integré más, me hice más adicta. Sí los dirijo, siento que lo hago bien, de todos modos cualquier indicación que doy y que tengo dudas lo pregunto al entrenador”, añadió doña Socorro.
Estudió un par de cursos de entrenamiento deportivo, pero se inclinó más a la experiencia que ha tenido con el tetracampeón paralímpico -orgulloso de su mamá- recuerda que no sabía nadar.
“En el 97 ó 98 habré hecho esos cursos porque no sabía nadar, cuando me tocaba entrar al agua como qué lo pensé mucho, luego se complicó seguir viniendo y ya no seguí. Pero, sí me gusta”.
A diferencia de los convencionales, aquí los jóvenes tienen distintas discapacidades y en esto estriba aún más la complicación. Entre ellas, la niña de 13 años Andrea Joana Ordaz González.
La señora Socorro desde hace un año cobra un sueldo como auxiliar y esta consiente lo que eso representa: “Hacer que ellos hagan las cosas con convicción, primero que les guste; tratar de corregirlos, hacerles ver que no es fácil, así con la experiencia de mi hijo sé que es mucho trabajo, son muchos años y como yo digo: Son muchos kilómetros nadados para lograr las metas deportivas en casi 20 años de trabajo ininterrumpido”.
Y así como enseña a sus pupilos esa fuerza interior, ella el lunes próximo se pondrá en manos de los médicos para continuar con el “Delfín Mexicano”, en la cúspide de sus hazañas deportivas.

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