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26, marzo 2019 - 16:51

┃ AFP

argentina

Argentina, sin Lionel Messi, le ganó con el último suspiro este martes a Marruecos por 1-0 con un gol de Ángel Correa, en un partido que nada tuvo de amistoso, convertido en concierto de golpes arteros y protestas en el estadio Ibn Battouta de Tánger, ante casi 45.000 espectadores.

La sorpresa fue a los 84 minutos, cuando el empate en cero parecía sellado, y Correa, ingresado por Rodrigo De Paul, clavó un derechazo junto al segundo palo, tras entrar a todo trapo al área y buscar su mejor perfil derecho.

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El fuerte viento que atravesó la cancha conspiró para ver un espectáculo decoroso. La albiceleste tuvo un pálido juego en uno de sus últimos encuentros de preparación antes de la Copa América de Brasil-2019. Los Leones de Atlas se alistan para la Copa de África.

“Si saltamos el partido con Venezuela (derrota 3-1 el viernes en Madrid), digamos que el equipo está bien. Le vamos a dar guerra a todo el mundo en la Copa”, dijo el DT argentino Lionel Scaloni.

A Messi, descartado del segundo amistoso por molestias musculares, se lo había visto desconcertado, sin compañía adecuada que potencie el juego arrollador que desarrolla en el FC Barcelona.

– ¿Fútbol o lucha? –

El fútbol fue un convidado de piedra. El juego se convirtió en batalla campal. Abundaron a granel patadas alevosas, codazos traicioneros y planchazos sin compasión.

Después de cada fricción y de cada jugador derribado en forma violenta, los rivales se arremolinaban, con la ley malentendida del agresor vengativo a puro cachetazo, empujón e insulto, vaya uno a saber en qué idioma

“Varias veces fui a defender a compañeros que sufrían patadas que los podían lesionar y además había que adaptarse al clima, al viento impresionante”, dijo el capitán, Germán Pezzella, de Fiorentina de Italia.

Atravesaba el campo un viento huracanado con ráfagas de casi 50 km/h. Había que ser malabarista para controlar la pelota o meter un pase que llegara al destinatario y no se desviara hacia cualquier parte.

Los hinchas locales se habían entusiasmado con el bello juego asociado de Romain Saiss, los arranques de Younes Belhanda, la técnica de Sofiane Boufal y los toques cortos de Mbark Boussouffa.

Como único punta de lanza, Khalid Boutaib fue lo mejor de su equipo por su movilidad e incluso pudo marcar cuando remató de frente al arco a las manos de Esteban Andrada.

La defensa argentina era un colador. Gonzalo Montiel no podía clausurar su lateral, Germán Pezzella no podía con su genio y se metía en todas las peleas, Walter Kannemann tampoco se ordenaba y sólo Marcos Acuña recuperaba e intentaba jugar.

La única lucecita que se encendía en el ataque albiceleste eran los pelotazos precisos de Rodrigo De Paul, con el centrodelantero Lautaro Martínez empecinado en llevarse por delante al triángulo defensivo formado por Manuel da Costa con Medhi Benatia y Karim El Ahmadi que lo encerraban en un círculo de hierro.

Paulo Dybala lucía todo el tiempo fuera de la órbita de sus compañeros, aislado, encaprichado en gambetas individualistas. Todos parecían autitos chocadores de un parque de diversiones.

– Cambios acertados –

Los crispados temperamentos tendieron a aplacarse, como si hubieran pasado por una dura reprimenda de los entrenadores.

La batalla táctica la ganaba el DT Hervé Renard sobre el argentino Lionel Scaloni, quien mandó a la cancha a Matías Suárez por Martínez y a Ángel Correa por De Paul, para encontrar variantes de penetración en la retaguardia marroquí.

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Argentina caía en la telaraña defensiva que fabricaba Marruecos, siempre con superioridad numérica. Pero la sorpresa fue el acierto de los cambios.

 


Suárez fue quien habilitó a Correa para el gol. El encuentro encuentro fue “muy duro” y “pareció que se le iba de las manos (al árbitro) por los golpes y por el viento, pero este grupo de Argentina es muy lindo”, opinó el delantero de Atlético de Madrid.