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16, agosto 2019 - 18:36

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mantequillanapoles

Foto: Cuartoscuro

La leyenda José “Mantequilla” Nápoles nació en Cuba en 1940, una tierra boxística por excelencia. Era cuestión de tiempo para que se subiera al ring, destacando por su depurada técnica.

Todo apuntaba a que no duraría demasiado en el sector amatéur y cuando estaba dando sus primeros pasos en el plano profesional, una nueva regulación en el régimen cubano prohibió el boxeo de paga en la isla.

Tal suceso le obligó a partir con rumbo a México, patria que le adoptó como uno más y que le vio convertirse en uno de los más grandes exponentes de los pesos welters en la historia del pugilismo mundial.

Su preparación en nuestro país rindió frutos y vio llegar su gran oportunidad. El rival era Curtis Cookes, quien se ostentaba como monarca welter de la AMB y el CMB. Tras una cruenta pelea salió vencedor.

La revancha no fue diferente. “Mantequilla” tocaba el cielo pero todo cambió cuando cayó ante Billy Backus, aunque luego recuperó sus cinturones con un nocaut fulgurante.

Seis defensas exitosas siguieron y entonces se propuso dar un paso gigante. En una decisión controversial, Nápoles decidió retar al monstruo argentino Carlos Monzón, quien reinaba en la categoría de los medianos.

La pelea tuvo sede en Francia, en medio de una gran expectación. Dos colosos. Dos titanes. El resultado, Monzón resultó vencedor tras seis episodios aprovechando su mayor tonelaje. “Mantequilla” argumentó que un piquete de ojo lo cegó pero las autoridades lo negaron.

“… el zumbido en los oídos como si todavía la muchedumbre estuviera clamando el nombre de Monzón, ese instante en que había habido como una pausa de incredulidad y la toalla cayendo en medio del ring, la noche de Mantequilla, pobre viejo”, escribió Julio Cortázar en el cuento “La noche de Mantequilla”.

Hedgemon Lewis, Horacio Agustín Saldaño, Armando “El Chivo” Muñíz sucumbieron ante su poder; su último combate fue ante John H. Stracey, quien le arrebató el cinto welter en la Plaza de Toros México.

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El Salón de la Fama del Boxeo le abrió las puertas en 1984. La leyenda terminó sus días en Ciudad Juárez, Chihuahua, aunque en semanas recientes se había trasladado a la Ciudad de México para ser atendido por sus hijos.

Su porte, pegada, su andar por los encordados no será olvidado jamás.

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