POR ALEJANDRO ALFARO

Ocho años después, el hijo pródigo volvió a casa. Guillermo Ochoa es uno de los últimos grandes ídolos del americanismo y su regreso al Nido puso de cabeza a todo el entorno azulcrema.

Desde su anuncio oficial, la vuelta a México y sus primeros entrenamientos en Coapa, lo que el portero ha hecho da de que hablar, por lo que se esperaba que anoche fuera el momento cumbre con el inicio de su segunda etapa como crema en el terreno de juego; sin embargo, el cuerpo técnico decidió que no fuera así para llevarlo de a poco y evitar cualquier tipo de molestia física, toda vez que se recuperó apenas de una lesión en el aductor que acarreaba desde la final de la Copa Oro.

Los hinchas estaban ilusionados con que pudiera ser el ansiado reencuentro. Incluso, a las afueras del estadio se vendían máscaras con el rostro del guardameta por la módica cantidad de 20 pesos, y aunque se sabía que estaba fuera de la convocatoria, no faltó quien la compró a la espera del día en que la pudiera usar.

Por el lado del acceso de Tlalpan, pancartas gigantes con la imagen de Ochoa fueron colocadas y tenían la leyenda “un ídolo se forja en casa” para darle emotividad al asunto.

Memo estuvo presente en el Coloso de Santa Úrsula. Arribó a la que mucho tiempo fuera su casa con todo el grupo de jugadores de las Águilas. Aunque jugó partidos con la Selección Mexicana en dicho escenario, esta vez la sensación era distinta, la indumentaria amarilla le daba ese toque diferente.

Ochoa se dio tiempo para pisar el césped antes de subir al palco. Bajó a la cancha con su familia, dos de sus hijos convivieron con él al tiempo de que los aficionados se le entregaban de las gradas.

Los otros ausentes también lo acompañaron. Giovani dos Santos y Nicolás Castillo estaban con él en el inflable que conduce al túnel de vestidores. Sin duda que hoy le hacen falta a Miguel Herrera.

Los aficionados se quedaron con ganas de ver a su referente. La expectativa queda para ver si cuida la portería amarilla el próximo martes en Houston, contra Tigres. Mientras tanto, su pueblo cuenta los días para volverlo a ver bajo los tres postes del Ave.