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2, octubre 2019 - 2:04

┃ AFP

Fotos: AFP

El dinero no alcanzaba y a María Paula Rendón le urgía asegurar el ingreso mensual, ante la precariedad laboral del futbol femenil en Colombia.

El sueño de la niña que empezó a gritar goles en canchas de Leticia, en la Amazonía colombiana, está en veremos. María Paula Rendón debutó profesionalmente en 2017 con el Deportivo Pasto, pero ahora trabaja como cajera en un almacén de cadena en Medellín.

Decidí renunciar a la Liga porque era muy corta, de aproximadamente tres meses. Las futbolistas de los equipos que no pasaban a la siguiente ronda o no clasificaban se les terminaba el contrato”, explicó María Paula.

Las rojiazules del sur fueron últimas de su grupo aquel año, el primero en el que se jugó la competición femenil en Colombia. Debutaron el 17 de febrero y el 7 de mayo ya habían dejado de pelear tras caer en la primera fase.

Aunque no anotó, Rendón disputó nueve de diez partidos. Como decenas, la delantera quedó en el aire y con ello sus ingresos mensuales de cerca de 294 dólares, con los que rentaba una habitación de dos camas que compartía con un par de compañeras.

El siguiente torneo comenzó en febrero de 2018. Recibió el llamado de un club de la zona cafetera que le prometía el salario mínimo legal, que es de 230 dólares. Las cuentas no le daban y se empleó como mesera en Medellín.

Y este año otro club del centro del país la contactó para probarse durante dos semanas. Nunca mencionaron el sueldo, pero le recalcaron que los gastos durante esos días correrían por su cuenta.

“Es algo que en realidad no me puedo costear“, señaló Rendón, de 24 años de edad, en medio de afiches de su paso por el Pasto que decoran las paredes de su habitación.

La Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro) denuncia que a la mayoría de las mujeres les hacen contratos de entre mes y medio y tres meses, que pueden ampliarse según avance el equipo en la Liga.

“Los clubes juegan con la actividad laboral de las mujeres de una manera que no debe ser. Aquí debe ser un contrato de trabajo mínimo de 12 meses para que ellas puedan elegir el futbol como profesión”, afirmó Luis García, secretario general de Acolfutpro.

García sostiene que la falta de estabilidad laboral se debe al formato del torneo. Un equipo eliminado en fase de grupos en el torneo de 2019, en el que participaron 20 clubes, compitió durante 37 días y jugó seis partidos.

La caída seguramente acaba el vínculo contractual, que en casi todas es por el salario mínimo, de 270 dólares en 2019; y en algunos casos les impide desempeñar otros oficios. “Muy pocas mujeres tienen un contrato más alto y es porque dicen los clubes que el futbol femenino no es negocio”, acota.

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América de Cali e Independiente Medellín disputaron 10 encuentros en 79 días.

Los hombres, en tanto, compiten durante 11 meses en dos torneos. Un club juega 20 partidos en la fase regular de cada competición y 28 si llega a la final. Muchos tienen contratos millonarios y todos, mínimo, de seis meses.

En la pared quedan los que parecen ser recuerdos de una vida que no podrá ser

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