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Mira

1, octubre 2019 - 20:48

┃ Brian Sales

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Buenos Aires.-Pocas cosas pueden hacer que un país tan grande como Argentina se centre en una sola cosa. Así fue la noche de este martes. Muchas miradas del mundo, y la de todos los argentinos se enfocaron en el recinto de Nuñez. Ahí, River y Boca se enfrentaron en un nuevo capítulo del Clásico de América, Clásico del Mundo o Clásico más pasional, como se le desee llamar. La batalla por un lugar en la final de la Copa Libertadores no inició ayer, sino desde que se confirmó el enfrentamiento. En las calles, restaurantes y hasta en los boliches, antes de beber un trago, se podía escuchar: “Boca va a ganar”, por parte del pueblo xeneize. “Lo de Madrid no se lo olvidan nunca”, por los hinchas del Millonario.

Cada día rumbo al primer capítulo, eran declaraciones, pero no de los técnicos, sino de la afición. No del “Muñeco” Gallardo ni de Gustavo Alfaro, sino el joven con la chamarra de Boca o el niño con la playera de River.

Caminar en cualquier lado era sinónimo de escuchar, sin querer, a la gente hablar del Clásico. Daba igual el establecimiento. En los restaurantes más finos o con los vendedores ambulantes de alfajores al salir de las estaciones de transporte público, todo iba al rededor de dos colores, dos equipos de una misma ciudad, pero con una vitrina mundial.

Por lo que pasó en la última final de la Libertadores, y que derivó en que el último partido se jugara en el Santiago Bernabéu, en Madrid, la policía de Buenos Aires montó un fuerte operativo en las inmediaciones del coloso, pero no evitó el color, la pasión y los gritos de aliento. Al filo de las siete, el sol, que por momentos se asomó al Monumental, se ocultó molesto. Él no estuvo invitado a presenciar la historia. Cayó la noche, se encendieron las luces y, con ellas, los ánimos de todos los argentinos, simpatizantes o no.

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Adentro hirvió todo. Salió el cuadro visitante a calentar y de inmediato reaccionó el Monumental. “El que no salte, murió en Madrid”, entonó todo el recinto durante cinco minutos, al menos; y así fue durante toda la noche. El recibimiento fue épico. Acompañado de fuegos artificiales, los dos equipos saltaron a la cancha en medio de luces y pirotecnia, además de todo un estadio en alarido por su equipo. Boca la pasó mal, el bostero sufrió.

Todo era blanco y rojo, no había otro color. River vivió su fiesta ante el acérrimo rival. Para el argentino, no hay otro día más importante más que cuando los dos equipos más grandes de la ciudad se miden. En el panorama queda el partido de vuelta, pero en las calles de la inmensa y hermosa Buenos Aires, se vive desde ya lo que tendrá cita el 22 de octubre en la cancha de Boca Juniors.