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Mira

4, octubre 2019 - 2:32

┃ Ivonne Almaraz

Diana Gómez

FOTOS: ALEJANDRO VILLA

Pocos pueden presumir que defienden los colores del equipo de sus amores. Y es que en el futbol uno siempre busca oportunidades, sin importar el club, pero la historia de Diana Gómez, mejor conocida como “Palito”, es diferente: “Siempre le he ido a Pumas y ahora que tengo la dicha de formar parte de la institución que tanto amo, puedo decir que es de verdad un sueño hecho realidad”, dijo emocionada la defensa.

El azul y oro están impresos en su piel, gracias a su familia, la cual es amante del futbol y fiel seguidora de los del Pedregal: “En mi casa todos aman este deporte, hasta mi mamá. Ella es la más apasionada, porque cada que ve un partido grita, se enoja, se emociona y todo lo que te puedas imaginar”, reveló entre risas, en entrevista con el Diario de los Deportistas. “Ahora que me toca jugar aquí es como algo irreal. Además, en mi casa todos le van a este equipo y eso en cierto punto lo hace mágico”, añadió.

Muchos creerían que saltar al terreno de juego, tras varios torneos disputados, es cosa sencilla, pero Diana aún se pone nerviosa y la fórmula para tranquilizarse es sencilla: Entonar el himno de la UNAM: “Casi nadie sabe que antes de los partidos me entra como nervio, pero en la cancha cierro los ojos y me pongo a cantar el himno (universitario), porque al final eso me da tranquilidad. Escuchar a toda la gente entonarlo, a todo pulmón, me da paz, y eso en cierto punto me ayuda también a concentrarme”, confesó a ESTO.

Pero no todo en la vida de la defensa ha sido color de rosa. Años atrás, cuando estuvo en el representativo de Pumas, sufrió una lesión de consideración, que al final le dejaría una grata lección de vida: “Muchas veces uno no valora lo que tiene. Cuando estuve en el representativo, desafortunadamente una lesión me alejó de las canchas. Me perdí el nacional y el regional; literal, estuve ocho meses sin poder jugar, y eso me deprimió muchísimo”, recordó con nostalgia.

“Hasta hoy, es el golpe más fuerte que he sufrido. No quería saber nada del futbol, ni que me hablaran de él y tampoco quería verlo. Estaba aislada de esto, pero gracias a todos los que estuvieron apoyándome e impulsándome para que no decayera, puedo contarlo como una anécdota que me ayudó a valorarlo”, comentó.

Su velocidad, contundencia y esa magia que posee en los pies la tienen como pieza fundamental en el once titular de Yleana Dávila, donde cada jugada se la dedica a sus padres y su abuelita, quienes son su motor e inspiración día a día: “Para mí, ellos son todo. Tanto mi mamá como mi papá siempre van a apoyarme. No importa si juego de local o salimos, ellos siempre están ahí en las gradas alentando. Además, mi abuelita, quien tiene 83 años, no se pierde ningún juego de la Liga Femenil y ella viene acá a La Cantera para darme su bendición antes de que empiecen los partidos y decirme que no importa lo que pase, que siempre debo divertirme”, concluyó conmovida.

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