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26, octubre 2019 - 10:16

┃ Marysol Fragoso

toros-dentrolaguna

FOTO: Erick Estrella

En Atlangatepec, Tlaxcala, la primera prueba de fuerza para los jóvenes novillos que habrán de convertirse en bravos toros de lidia, se da en el agua.

Cada mañana, un semental de la ganadería de José Rodríguez guía su hato hacia la laguna, chapotean en la orilla y juntos recorren a nado los 200 metros que los separan de la Isla del Amor.

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Los animales más jóvenes del grupo luchan para imponerse a la fuerza de las corrientes de la laguna que puede arrastrarlos y ahogarlos.

Las vacas, madres de la bravura, arropan a los astados que se quedan rezagados hasta verlos enfilarse hacia el grueso de la manada. Tras cerca de cinco minutos de recorrido, el toro, varios novillos, vacas y becerros se abren paso entre los altos juncos que rodean el islote donde se quedan todo el día a pastar.

La diaria trashumancia acuática se repite desde 1981. Por la mañana de tierra firme hacia el islote y por la tarde de regreso. Hace 38 años que las generaciones de los astados nacidos en esa casa de crianza empezaron a realizar el cruce, que es poco conocido debido a que la intimidad del campo bravo la ha mantenido prácticamente en secreto.

El hábitat de los toros se encuentra delimitado por las propias aguas del lago y a los extremos por sembradíos de maíz, de trigo y de otros cereales, que se utilizan para complementar la alimentación de los ejemplares.

Esta demarcación, como todas las ganaderías de toros de lidia, es refugio para las especies endémicas, así como de aves como las garzas, cuyo plumaje tiñe de blanco determinadas parcelas; además de ser un santuario para aves migratorias, dado que el toro de lidia es el guardián de las dehesas y las protege de depredadores o de la destrucción y contaminación que genera el propio ser humano.

En torno a la laguna de Atlagatepec, en el municipio tlaxcalteca del mismo nombre, existen alrededor de diez ganaderías de toros de lidia; sin embargo, únicamente en la de José Rodríguez se desarrolla este ritual con el ganado.

La dehesa fue fundada por don José Rodríguez en 1981 y desde su fallecimiento está a cargo de su viuda, doña Evelia Luna. Ahí, la naturaleza provoca que, en busca de alimento, diariamente un semental y su punta de vacas crucen a nado la distancia que separa tierra firme de una isla que se ubica en la marisma y que se transformó en un enorme y poco común potrero.

Los antecedentes de esta casa de crianza se remontan al año 1890 cuando se fundó la ganadería Atlantaga, que al paso del tiempo fue cambiado de dueños, aunque siempre ha permanecido en manos de miembros de la misma familia.

Sus herederos más recientes fueron los señores Emilio Rodríguez y José Rodríguez, respectivamente. En el caso del segundo, su base para fundar su propia ganadería fue el ganado bravo de la propia Atlanga, más ejemplares de Zacatepec, Las Huertas, La Laguna, Olivares, Piedras Negras y De Haro.

En la actualidad cuentan con un semental de la casa, así como de otro cuyo origen es el encaste español Parladé, que se adquirió en 2010. De acuerdo con los datos proporcionados por doña Evelia, tiene cien vacas y un grupo nutrido de becerros a los que están iniciando a colocarles los aretes para que queden plenamente identificados.

Doña Elvia refirió que, tras la fundación de la ganadería (1981) se fue generando un nutrido aumento de la población animal, por ello, cuando se presentaba la subida de agua en el lago, durante la época de lluvia, un toro con su punta (de aproximadamente 30 vacas y becerros) cruzó por vez primera hacia la isla para alimentarse, al tiempo que hizo de la zona su territorio.

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El grupo regresó a casa” hasta el atardecer, ruta que se hizo habitual hasta que llegó a ser una constante mañana y tarde, para sorpresa de quienes habitan en los alrededores

La isla del amor

Debido a la presencia de los animales de lidia, los lugareños han tenido que dejar de visitar la isla, que popularmente llamaban “de los enamorados” o “del amor”, pues jóvenes parejas acostumbraban a ir ahí de paseo, e incluso algunos enamorados entregaron el anillo de compromiso a su futura esposa en ese sitio.

La ausencia de visitantes en la isla, provocada por presencia de toros de lidia, ha incidido positivamente, debido a que se genera menor tala clandestina de árboles y aumenta la presencia de especies endémicas.

Doña Elvia Luna, viuda de Rodríguez, rebasa los 80 años de edad, pero realiza el recorrido por el lugar a buen paso, explicó que en estos años recientes, en especial cuando el calor es más intenso o cuando se registra menores lluvias, los astados pueden pasar semanas en la isla, por lo que para darles cuidados sanitarios como vacunación o para aretarlos, los vaqueros deben arrearlos para que salten al agua y vuelvan al terreno donde se ubican las instalaciones construidas específicamente para ello.

Don José Rodríguez (qepd) y su esposa Evelia tuvieron como hijos a Evelia, Martha, Laura, José, César, Reyna, Leticia y Hugo. Los varones ya fallecieron, (incluso el menor, que se desenvolvió como novillero bajo el mote el Cuixtle) por lo que son las mujeres, en especial, la mayor, Evelia, quienes apoyan el desarrollo de esta casa ganadera.

Por fortuna para la familia, los nietos y nietas de doña Evelia profesan el amor por la crianza del toro de lidia y participan activamente en las labores camperas, lo cual garantiza que por lo menos habrá otra generación de ganaderos en esta familia.

La más reciente ocasión en que la ganadería lidió un encierro fue el pasado 12 de mayo, para la novillada que se llevó a cabo en la plaza de Apizaco, Tlaxcala, con excelentes resultados, dado que, de seis astados toreados, a cuatro les cortaron orejas. Por ahora, la familia prepara un encierro para ser lidiado en su etapa novilleril, toda vez que la propietaria del hierro no es partidaria de lidiar corridas. Mientras tanto, el ritual de los toros que cruza a nado el lago, continuará en la intimidad de la tierra brava de Tlaxcala.