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Mira

27, octubre 2019 - 21:59

┃ Héctor Reyes

enriqueta

Las coronas y arreglos de flores blancas como el uniforme que portó durante los Juegos Olímpicos de México 1968 llegaron como una desbandada de palomas que aterrizaban alrededor de su cuerpo inerte. El último adiós a la deportista mexicana universal que representó el símbolo del cambio en la mujer al ser la primera en encender el fuego olímpico, en una reunión sobria, entre amigos.

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Jimena Saldaña, en representación del Comité Olímpico Mexicano y Daniel Aceves, presidente de la Asociación de Medallistas Olímpicos Mexicanos, asistieron al velorio para ofrecer condolencias a sus deudos, en una sala que tenía la fotografía a Queta Basilio en la escalinata en pleno ascenso.

Deportistas de aquella gesta que el año pasado vibró de memorables recuerdos y hazañas encabezadas por el medallista de oro Felipe Muñoz, con una abundante barba cana junto a su esposa Wendy. Fue de los primeros en llegar, se juntaron por última vez las dos figuras de México 68 en la transición inevitable. No quiso hablar, quien si lo hizo fue su entrañable amigo, el maratonista Pablo Garrido, el responsable del juramento deportivo y fiel acompañante en las bohemias de canto y poesía.
Oliver Álvarez, hijo de Norma Enriqueta Basilio Sotelo, informó que el cuerpo de su mamá sería cremado a las 18 horas, y aceptó a nombre de sus hermanos el homenaje post mortem que se le hará en las instalaciones del Comité Olímpico Mexicano, con fecha por definir, ya que esta semana las autoridades olímpicas se encontrarán en Panamá, sede la de Asamblea General de la ODECABE.

Por el lado, de la familia Álvarez Sotelo, decidieron traer de Tijuana, Baja California, los restos de su papá, Mario Álvarez, quien fuera integrante de la selección mexicana de basquetbol y secretario particular de un gobernador de Oaxaca en el momento de su fallecimiento en un accidente aéreo. La idea de sus hijos es juntarlos y que reposen juntos, probablemente en la iglesia de San Antonio de Padua, en la Ciudad de México.

El último mes fue muy complicado para Queta Basilio, su salud se deterioró mucho y en la última semana la atleta que deslumbró al mundo se apagó el sábado 26 de octubre a mediodía, en el que sería hace 51 años el penúltimo día de los Juegos de México 68. El velorio coincidió con la clausura olímpica.

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Después de haber lidiado con el Parkinson, la “Cachanilla”, por haber nacido en el Valle Mexicali, la familia se había unido para reconfortarla y en los ecos de su despedida se iluminó una vez más el Estadio Olímpicos de México 68, festejó junto a los cientos o miles de mariachis y observó como aquel 27 de octubre, como se apagó el pebetero olímpico y las fanfarrias hicieron eco entre los miles de deportistas. Queta, de la mano de los atletas mexicanos, en esa verbena colosal sonreía a sus 20 años. Así se despidió de sus hijos en la cumbre del Olimpo, con ese recuerdo que llevó en su corazón siempre.

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