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Mira

4, noviembre 2019 - 0:56

┃ Alejandro Jiménez

nota-libro

“For the Good of the game”

Allan Huber “Bud” Selig

HarperCollin Publishers

2019

Por el bien del juego es la autobiografía del octogenario dueño del equipo de beisbol los Cervecereos de Milwaukee, “Bud” Selig, quien también ocupó el cargo de Comisionado de las Ligas Mayores de Beisbol de 1992 al año 2015, en el mayor tiempo que una persona ha ocupado ese cargo.

El libro vio la luz este año y está plagado de una interesante lista de asuntos propios del beisbol de Estados Unidos, vistos desde la perspectiva de un empresario que tiene que ver al juego de sus amores como un negocio. En varios momentos uno piensa que está  leyendo un libro de marketing deportivo, pero a tiempo suelta lo serio para convertirse en un ameno relato de lo que han sido las Grandes Ligas desde los años 60 hasta la actualidad.

Es un repaso del beisbol desde los años 50, en que se convirtieron en el deporte favorito de la post guerra, cuando él era niño y se volvió fanático, pasando por los turbulentos años 60, que trajeron problemas como la segregación racial o la politización de la guerra de Vietnam. 

Cuenta cómo de ser un modesto vendedor de autos pasa a ser dueño de una franquicia beisbolera, salto que para ser franco suena inverosimil tal y como lo relata, ya que es una heroica recaudación de fondos entre empresarios de Milwaukee, quienes al final le dejan el equipo a él. Ajá.

De ahí comienza sus aventuras como dueño de un equipo perdedor, de los considerados pequeños en la liga, sin mucha capacidad para comprar grandes jugadores, con todos los problemas que eso supone, deportivos y financieros. Le toca la integración racial y ver a luminarias como Jackie Robinson y las figuras negras en ascenso, que en los años 80 fueron a su vez acompañados por un boom de latinos.

Relata los choques de los “pobres” dueños frente a la “inflexibilidad” de la asociación de peloteros y cómo poco a a poco, por la desunión de los empresarios, los topes salariales se fueron al cielo, apareciendo la figura de los agentes libres, y los sueldos de locura. 

A su vez las batallas para que los dueños asumieran cambios en el juego para hacerlo más ágil: el crecimiento a 18 equipos, la regla del bateador designado, play offs más emocionantes, la unificación de los ampayers en un solo cuerpo que sirviera a ambas ligas (nacional y americana), los derechos de transmisión por televisión de los partidos (que sólo beneficiaban a los equipos grandes), la renovación de los viejos estadios en los años 90 y 2000 por instalaciones nuevas e inteligentes, etcétera. Cambios todos que fueron requiriendo mucho tiempo y negociaciones desperantemente lentas, mientras la NFL y la NBA conseguían conquistar audiencias de manera explosiva, mediante ágiles mecanismos para introducir innovaciones. 

No rehuye los temas escabrosos, ya en su cargo de comisionado, como los de las sanciones a Pete Rose por apostar, los de un desaforado consumo de cocaína entre los juegadores y, sobre todo, el uso de esteroides, que comenzó a detectarse por la súbita cantidad de jonrones, de un promedio de 40 al año a 70 por temporada. Flagelo que, asegura, apenas se ha logrado controlar, pero no erradicar.

Es un libro que no se ha traducido al español y por lo mismo sólo se consigue en las librerías globales, pero que al beisbolero de corazón le puede interesar.