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Mira

14, enero 2020 - 20:40

┃ Héctor Reyes

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POR HÉCTOR REYES

FOTO: LUIS GARDUÑO

La señora Silviana Uribe, junto a sus hijos Carlo y Silviana, quien hace un mes tuvo al segundo nieto de nombre Marco Antonio, en un momento de felicidad sin presagiar su destino, agradeció la presencia de quienes formaron parte de la vida de su esposo y Jorge Rueda, con las palabras de aliento, en los momentos difíciles de la competencia, gritó: ¡Échale Carlos! Mientras, tres señoras, al unísono, se escuchó su apellido: ¡Girón, Girón, Girón!

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En el adiós de Carlos, con las personas más allegadas a la familia y a su vida, Silviana dijo que en cada uno de los asistentes tendrían un pedacito de recuerdos de su esposo. Luego, a cada uno de los asistentes se despidió con un profundo abrazo en el que compartió parte de su alma, una vez concluida la misa.

Jorge Rueda, entrenador de Carlos Girón y de muchas más generaciones de medallistas olímpicos y mundiales, a lo largo de 50 años de carrera, despedido de la CONADE de una manera indigna en la gestión de Alfredo Castillo, ofreció unas palabras para más que su discípulo, su hijo mayor.

Jorge ante las personas conmovidas por todas las palabras del cura, externó que conoció a Carlos desde los nueve años. Carlo, hijo de Carlos, asentó que sí era su papá en voz alta, y añadieron los discípulos de Jorge, “el papá de muchos”.

En el diálogo dentro de la sala entre Silviana y Jorge, el entrenador de leyenda, dijo que formó al deportista; mientras que la esposa a la familia que siempre quiso tener Carlos, un hombre que lucho para cumplir sus sueños.

Luego habló una de las anécdotas más importantes del binomio deportivo mexicano, durante la Copa de Clavados de Suecia a principios de los setenta. No conocían a Carlos, ni a Jorge a nivel internacional, la prueba en ese tiempo se definía por sorteo y le tocó enfrentar a Klaus Dibiasi, ya como uno de los más grandes clavadistas de la historia.

Carlos, previo a la competencia, se quedó sorprendido. Los demás clavadistas se rieron y le dieron palmaditas. Sin embargo, Carlos, con su decisión superó a Dibiasi, en un duelo muy reñido y lo eliminó ante la sorpresa de todos. Ahí comenzaron a escribir Carlos Girón y Jorge sus nombres. Ese primer trofeo internacional fue un cuerno vikingo.

Bajó de las gradas un señor de la tercera edad y a la orilla de la alberca, le agradeció a Carlos por conocerlo y ver como tiraba los clavados, la belleza de sus evoluciones. Ahora, en la despedida de su alumno, Jorge señaló que Carlos es un ejemplo para los deportistas, siempre tratando de ayudar y llegó a él como una divinidad de Dios.

“Yo aprendí de él para ser entrenador y la principal medalla de Carlos es el haber formado a una familia tan bonita, con ese amor, porque él se formó solo”, dijo Jorge Rueda, frente a la familia de Carlos, rodeado de la familia de los clavados, amigos y familiares en el último paso que le tocó dar.

Entre los asistentes a la misa de despedida, estuvo presente la familia de Alejandro González Vélez, el olímpico Luis Niño de Rivera, el entrenador Stefan Marinov, más temprano Mauricio Sulaiman y Carlos Mercenario, así como Pedro Becerra, quien llegó de Miami para entregarle un cirio con unos aros olímpicos.

La sala se vistió de blanco, a Carlos lo distinguió su voluntad, su amor por la vida y en el mar donde se pierde el horizonte, realizó el clavado más perfecto en el momento de su partida, dijo el cura durante la misa, que tuvo ecos de música creada para los ángeles.

 

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