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Mira

22, enero 2020 - 9:25

┃ AFP

Tokio 2020

Domingo 26 de julio de 2020, 9h15 de la mañana: el entusiasmo de los espectadores va aumentado cuando se van a decidir las primeras medallas de la natación y la gimnasta estrella Simone Biles calienta para debutar en los Juegos de Tokio-2020.

De repente, un terremoto de magnitud 7,3 golpea la bahía de Tokio, provoca enormes daños materiales y hay víctimas, lo que siembra el pánico en la megalópolis japonesa. Por fortuna, se trata únicamente de un escenario de simulacro de una catástrofe natural, que tuvo lugar antes de Navidad.

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Japón está en las zonas sísimicas más activas del mundo, por lo que los organizadores de Tokio-2020 deben prepararse para las peores situaciones, esperando que ninguna de ellas se dé en la realidad.

“Se ha producido un terremoto. Mantengan la calma y protéjanse. Esta instalación es segura”: es el mensaje que en japonés y en inglés se difunde por los altavoces en el Centro Olímpico de Gimnasia, después del simulacro de una violenta sacudida.

“Actuar llevado por el pánico puede ser peligroso. Mantengan la calma y sigan las instrucciones de los organizadores. Los ascensores no pueden ser utilizados”, se añade.

Unos minutos más tarde, unos bomberos con uniforme azul y casco blanco entran en el recinto deportivo.

“¿Están bien?”, pregunta el personal de atención sanitaria a las personas tendidas en el suelo, mientras que responsables oficiales continúan lanzando mensajes de tranquilidad a través de megáfonos. Así transcurre el protocolo ensayado para una situación de este tipo.