Foto: Martín Montiel

¿Paciencia? Es algo que ya no existe en la afición de Cruz Azul. ¿Confianza? Tampoco.

El mal inicio que tuvo el conjunto celeste en el Clausura 2020 se vio reflejado ayer en las tribunas del Coloso de Santa Úrsula. La antes llamada fiel fanáticada castigó de forma severa a su equipo y no fue para menos. Dos derrotas consecutivas ante Atlas y San Luis apagaron el ánimo y la esperanza, lo que predijo una nueva decepción a tan sólo dos semanas del inicio del torneo.

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La entrada fue paupérrima y pocos disfrutaron de la gran exhibición de sus jugadores y de la goleada ante Santos. Sólo lo hicieron aquellos que se autonombran aficionados de corazón estuvieron presentes, como siempre en las buenas y en las malas no abandonan, pero fueron minoría.

A falta de una hora del inicio del cotejo, las taquillas lucieron con baja afluencia y el acceso fue tranquilo, sin ningún contratiempo.

El estacionamiento no se llenó, los alrededores lucieron vacíos, las porras tampoco se animaron a cantar como acostumbran. El ambiente denotó tristeza cementera y es que ya ni el horario a las cinco de la tarde ayudó a una asistencia decente.

Eso sí, algunos aficionados llegaron al estadio Azteca con playeras negras y obedecieron las palabras del mítico jugador celeste Carlos Hermosillo, quien entre semana pidió ir de ese color en protesta por la mala gestión de los directivos celestes Billy Álvarez junto a su hermano Alfredo y Víctor Garcés. El vicepresidente de la institución se le vio por los pasillos del recinto y los que lo reconocieron no dudaron en recriminarle con gritos y silbidos.

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La temporada pasada, el porcentaje de entrada fue de 27 mil personas, el cual parece que no aumentará. Ayer únicamente asistieron un total de 13,586 asistentes y salieron contentos del inmueble y con un gajo de ilusión por lo que vendrá para Cruz Azul, ya con sus refuerzos incorporados.