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Mira

9, enero 2015 - 22:56

┃ Fernando Schwartz

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POR FERNANDO SCHWARTZ

INMOLARSE envuelto en la bandera y arrojarse como Niño Héroe en el Castillo de la perfección se ha vuelto el pan de cada día en el balompié nacional. El asunto de extranjeros y naturalizados, ha sido llevado al extremo de un abundante dejo de racismo por querer defender las raíces nacionales, cuando a final del camino, se trata de un deporte que debe generar espectáculo y en donde su manutención económica para los empresarios que invierten va sustentada precisamente de la permanencia en el máximo circuito.

El tema se exagera, en vez de verlo como una competencia que genere mejoría en la calidad tanto para el espectador como para el jugador nacional que deberá redoblar esfuerzos para demostrar que tiene capacidad para estar. La única disyuntiva que me plantea esta alta cifra de extranjeros es que quienes vengan tengan la calidad necesaria y no que lleguen petardos que satisfagan los bolsillos de quienes los traen y que a final de cuentas hagan un hoyo en el mismo, para que se fugue la oportunidad a un talento mexicano.

El futbol a nivel mundial está lleno de comunitarios, de naturalizados que en el caso de México adoptan la nacionalidad del país, por amor al mismo, porque aquí creció su familia y como en otros casos mundiales por la profesión que les abre un panorama de no ocupar plaza de extranjero y poder asegurar su ingreso económico, hecho que en Europa con el famoso pasaporte comunitario es visto como normal y será cuestión de cada futbol ver si le perjudica o no en caso de selección, como ya le pasó a España en alguna etapa o que ahora le pasa a Inglaterra con todo y su Liga Premier.

Aquí en México nos inmolamos en la bandera nacional, cuando en Europa nadie discutió cuando Rafa se volvió español, cuando Memo comenzó su trámite en Francia, cuando Guardado juró la Constitución Española. Simplemente cuando pasa lejos y aun con compatriotas como Borgetti que fue con pasaporte italiano no decimos nada, pero como el hobby es inmolarse cuando esto sucede en la Liga de México pues a final de cuentas no encuentro una balanza en los dimes y diretes que se han levantado.

Lo que la Constitución otorga no lo puede quitar el futbol. Si la Constitución que rige las leyes otorga los derechos y obligaciones al ciudadano mexicano como al naturalizado, el futbol no tiene porqué discriminar. No tiene porqué medir con una regla diferente cuando a final de cuentas es una profesión, que por ser cotizada y estar a la opinión pública causa estos revuelos, en donde hacer polémica y ruido forma parte del propio entorno que rodea al espectáculo.

El mexicano es de llevar la contraria. Si los naturalizados no recibieran beneficios en el futbol los estaríamos defendiendo, pero como los tienen los atacamos. Desde que nacimos estamos inmolados porque siempre nos gusta ver la paja en el ojo ajeno, pero no en el propio, porque así no nos divierte ni nos da tema para poder desquitarnos a través de la ironía y el sarcasmo acompañantes como el chile de nuestra cultura popular.

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