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13, enero 2015 - 11:56

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EFE

El tercer Balón de Oro del portugués Cristiano Ronaldo es más que un simple premio a un deportista, es una reivindicación de alguien hecho a sí mismo que se rebela contra el arraigado fatalismo del pueblo luso.

Elisio Estanque, sociólogo y profesor de la prestigiosa Universidad de Coimbra, desgranó a EFE el impacto que el galardón de mejor futbolista del planeta otorgado a Ronaldo tiene en su Portugal natal, un país de unos 10 millones de habitantes con limitado peso en la escena internacional.

“El significado solo puede ser positivo. Un país pequeño sin gran impacto en la realidad internacional y, encima, en periodo de crisis, es comprensible que los portugueses se identifiquen y se sientan orgullosos de Ronaldo”, comenzó por analizar Estanque.

La dedicación, la disciplina, el trabajo, la autoexigencia y la confianza en sí mismo son los valores que el futbolista formado en el Sporting de Lisboa predica, enumeró el profesor.

Aunque se trate del logro de un futbolista, agregó, “puede ser importante en otras áreas de la vida colectiva de un país que se siente un poco marginado en periodo de crisis”.

Pero el logro del delantero del Real Madrid tiene aún más significado porque “desmitifica” la idiosincrasia de Portugal, asociada al fatalismo, plasmado en el estilo musical del Fado, la resignación -de origen religiosa- o la desconfianza, que deviene de circunstancias históricas de un país periférico respecto a Europa.

Ronaldo, José Mourinho y figuras de la literatura lusa han sido “ejemplos que van contracorriente de ese estereotipo, del portugués apático, atrasado, desconfiado, pesimista, resignado”, expuso el profesor, para quien estas imágenes preconcebidas dejaron hace tiempo de corresponder totalmente con la realidad portuguesa.

A punto de cumplir 30 años, el capitán de la selección lusa encarna además un “individualismo positivo” considerado un “trazo secundario de la cultura portuguesa”, más dada a “tutelas y a pocas independencias”, señaló Estanque.

En otras palabras, el ganador del Balón de Oro de 2008, 2013 y 2014 es un hombre hecho a sí mismo que superó circunstancias difíciles, un chico que nació en la humilde barriada de Santo António en Funchal, capital de la isleña Madeira, en un entorno socioeconómico duro.

Tan duro que la madre del jugador, Dolores Aveiro, como ella misma relató en un libro, llegó a plantearse la posibilidad de abortar del que acabó por ser su cuarto y último hijo, Cristiano Ronaldo, cuyo segundo nombre es un homenaje al actor y posteriormente presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan.

A ese concepto de “self-made man” muy retratado por la cultura estadounidense, se une el arraigo a su infancia, tanto del entorno familiar como el de amistades, un arraigo que, en estos casos de éxito, no siempre se mantiene, pues, a veces, se tiende a la desvinculación de un pasado de penurias, de malas memorias.

Es de alabar la fidelidad y “dedicación a amigos y familiares, amigos de la adolescencia. Todas ellas son pruebas de una dedicación afectiva” notable, resaltó Estanque.

En el breve discurso en Zúrich después de recibir el lunes el Balón de Oro, Ronaldo tuvo palabras para su madre, Dolores, su hijo, Cristiano Ronaldo Júnior, y su padre, Dennis Aveiro, fallecido en 2005.

Aunque “la ambición extrema” de Ronaldo debe de tomarse en perspectiva, sobre todo para los más pequeños, propensos a imitar a pies juntillas a sus ídolos.

En Ronaldo “es cierto que hay algo de narcisismo, cierta vanidad y propensión al exhibicionismo, que, por otro lado, también es un trazo de la sociedad actual”, analizó.

En todo caso, la contribución de Ronaldo a la Portugal melancólica y pesimista es más que positiva, insistió Estanque, quien recordó “los odios y las envidias” que la figura del futbolista genera, tanto por su calidad futbolística, como por su privilegiado físico.

El propio Ronaldo, como capitán de la selección portuguesa, ha intentado predicar con ejemplo de optimismo, la última vez en el Mundial de Brasil cuando escondió una penosa lesión de rodilla y aseveró que Portugal tenía opciones de ganar el torneo.

“Si hubiese mandado una imagen de pesimismo, creo que hubiese afectado a mis compañeros. Pensaba que estaba haciendo lo mejor. El pueblo portugués es pesimista y, como capitán, opté por dejar esa imagen” de optimismo, reconoció en una entrevista el pasado año.

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