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Mira

30, abril 2020 - 8:07

┃ Miguel Angel García

ARCHIVO ESTO

Son  esperanza e ilusión. Quién diría que se les puede encontrar debajo de la cama o encaramados en un árbol, con mejillas manchadas y en las manitas sujetando sus propios inventos, para ellos jamás antes vistos. Siempre están sonrientes y no dejan de jugar, vestidos como charros y escaramuzas.

En cada niña y niño de este planeta, en cada ámbito, en cada labor y actividad. ellos son el futuro y el cambio para poder lograr un mundo mejor, de mayor hermandad. Niños y niñas que son deportistas, actores, toreros y charros. En cada sector que arma nuestra sociedad la presencia de la niñez es muy importante, pues en cada renglón ha de sembrarse la semilla para continuar con las tradiciones familiares y para la construcción de un gran México.

 

Uno de los deportes más mexicanos sin duda es la charrería, el deporte nacional por excelencia y que, como la fiesta brava, asienta su tradición en los legados familiares que se heredan generación tras generación. Los niños charros se toman muy en serio esto de las charreadas desde temprana edad, lejos de juguetes ordinarios, los regalos para este Día del Niño pueden ser una reata, un sombrero, botas o chaparreras, indumentaria para no desentonar con el abuelo o con el padre.

Los niños gustan de sentirse charros completos, existen circuitos de competencia denominados Dientes de Leche, donde los infantes realizan sus primeras prácticas en las suertes de la charrería.

 

Los más pequeños comienzan entrenando los piales con borregos, lo cual es una actividad bastante divertida porque pueden salir chispas en algunos momentos, sobre todo cuando el borrego sale con bastante fuerza que llega a arrastrar al gallardo charro. Pero desde ahí se les nota el carácter a estos jovencitos, pues como si nada hubiera ocurrido, se ponen de pie esbozando una sonrisa de victoria por haber conseguido pialar al animalito.

Algunos más grandecitos ya montan sus propios caballos y en los torneos se les puede ver en los pialaderos, únicamente observan, abrevando las grandiosas suertes de los adultos; visten impecablemente, sombrero e indumentaria oficial, soñando seguramente en el día que puedan representar a un rancho en las importantes competencias nacionales.

 

Ahí están, dentro y fuera del lienzo entrenando con borregos; en las gradas, por aquí y por allá. Entre juegos y risas quizá no saben por completo que son los pilares del mañana, pero eso no importa por ahora. Los niños son la alegría andando, el colorido de las fiestas, lo que alimenta la ilusión.

Una niña, un niño están para sacar de cada adulto su mejor versión y su mayor felicidad. Guardaditos por ahora, no tardarán en volver a llenar los parques y los colegios, las calles y los comercios.

 

Este día no habrá pequeñines fuera del hogar. Su celebración será en casita, en privado, sin amigos. Pero fuera de peligro, a la espera de ponerle la chispa colorida a la vida.

 

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