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15, enero 2015 - 15:03

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POR DANIEL CHANONA
CORRESPONSAL

MADRID, España.- Todo el crédito del mundo para el Atleti, que desatendido del complejo y apegado a la costumbre en la disputa colectiva, plantó de nuevo cara. La noche fue de “El Niño”, que travieso desdibujó al portentoso Real Madrid, que por primera vez, con Ancelotti al mando, cayó estrepitosamente en una eliminatoria copera. 2-4 el resultado global que mandó a la lona al gigante de la Castellana en los octavos de final de la Copa del Rey.

Los rojiblancos no se anduvieron con parafernalias el día que la grada del Santiago Bernabéu decidió rendirse a sus virtuosos en aras de la utópica proeza. Bastó un minuto para silenciar al madridismo, aunque luego despertase adolorido, evocando que fuese todo un sueño. Indigesto, descubrió que no, que Torres era el principal actor de su molesta pesadilla. Griezmann tomó vuelo por la diestra y centró sin tanta gracia ante el despiste del Real en la defensa. De inocente sólo el mote, porque el fuenlabreño resolvió con entereza. El gol enseguida se cantó, pero muy lejos de Chamartín.

De “nada” no fallecen los caídos, sino lo hacen en batallas donde orgullo y convicción se tornan útiles por exceso en medio del vaivén emocional que supone una partida. Y así se forja el Real Madrid, que insistente acalambró la cabaña contraria con intentos regulares por conducto de Cristiano, Isco, Bale y compañía. Pero el Atleti se atrincheró como los grandes. Godín, Siqueira, Juanfran y Miranda entorpecieron su pegada. Oblak pendió del hilo más delgado de la adrenalina, a sabiendas de tener delante una rocosa y trabajada línea.

El recetario de Carletto, para las dolencias del Madrid, incluyó un remedio con patente “colchonera”: el remate con la testa. Sergio Ramos, al minuto 20, logró que surtiera efecto, a la postre de cobrarse una infracción, como tantas las hubo en el partido, sobre el carril derecho. A segundo poste Toni Kroos colgó la esférica para contribuir con la recuperada confianza. Fueron perseverantes los blancos aunque sortear con decoro la disciplina táctica impuesta por Simeone será, durante mucho tiempo, una asignatura pendiente de cursar.

La primera parte se diluyó pronto, la intensidad del roce la hizo parecer efímera. Le llovió al Real Madrid, hermanadas la metáfora y literalidad. Una sola vez tocaron la puerta con recelo los vástagos de Neptuno, y acertaron como si fuera costumbre.

Y a sus detractores, los del “Cholo”, libraron de la duda apenas reanudado el festejo. Ramos obsequió el balón a Griezmann en un desalmado cambio de frente. El francés condujo la contra, jaló marca y cedió a Fernando Torres, quien todavía encaró y recortó a un dubitativo Pepe para resolver suave y por lo bajo al minuto 46. Ambos, figuras de la estampa, después se marcharían al banquillo.