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8, mayo 2020 - 16:39

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POR HÉCTOR REYES

FOTOS: BIBLIOTECA, FOTOTECA Y HEMEROTECA MARIO VÁZQUEZ RAÑA 

El clavadista Joaquín Capilla Pérez cumple diez años de haber fallecido, la máxima gloria del deporte olímpico mexicano, que vivió tres etapas en su vida: de luz, oscuridad y arrepentimiento, dejó de existir la noche del 8 de mayo de 2010 y sus restos reposan en el Panteón Español.

“Manino”, como le decía su familia, o conocido como “Mani” en el club Deportivo Chapultepec, bajo la dirección de Mario Tovar y su asistente Rosa G. de Pardo, fue sepultado entre aplausos, y como en su época de fama y gloria se entonó el Himno Nacional.

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En el último adiós del ganador de cuatro preseas en tres Juegos Olímpicos (bronce en Londres 1948, plata en Helsinki 1952, y oro y bronce en Melbourne 1956), la viuda, Carmelita Zavala, vivió el drama de su ausencia: “¡Ayúdame mi vida, no puedo, ayúdame!” Palabras que rompieron el silencio de las pocas personas que lo acompañaron a su última morada.

Joaquín, quien debutó a los 17 años a nivel internacional, se convirtió en estímulo para la juventud, luego sorteó 31 años de abandono, por el alcoholismo, y sus últimos 23 años de vida cristiana. Su última parranda fue en Acapulco, con su amigo el actor y cantante Luis Aguilar.

Carolina Capilla, hija de Joaquín, con la que se reencontró en 2004 gracias a una periodista en el restaurante en donde solía comer a un lado de la Unidad Lomas de Plateros, propuso que el mejor homenaje para su padre sería la creación de un museo para preservar su memoria.

 

“Las medallas son de México, son del país, algún tipo de lugar donde la gente pudiese ir, visitar y conocer, aprender quién era Joaquín Capilla”, declaró en aquel entonces Carolina, hija del primer matrimonio de Joaquín con Elvira Castillo, Miss México, en 1954.

Por su parte, Felipe Muñoz, en calidad de presidente del Comité Olímpico Mexicano gestionó con el delegado de Miguel Hidalgo, Demetrio Sodi, el traslado de la estatua de Capilla ubicada en el Plan Sexenal, al CDOM. Una década después, no se hizo el museo, ni se trasladó la estatua a las instalaciones de Sotelo y la iniciativa de que ingresara a la Rotonda de los Hombres Ilustres tampoco prosperó.

Dentro de los amigos de Joaquín Capilla, fallecido a consecuencia de un infarto al corazón, en su funeral, estaban el ya desaparecido Jerzy Hausleber y Jacinto Licea. De Capilla, dijo el llamado padre de la caminata, que “era un hombre generoso e ícono del deporte mexicano”. Comentario que complementó el médico y entrenador: “Joaquín fue un deportista que rompió barreras, el primer mexicano que nos enseñó que todo es posible”.

Doña Carmelita Zavala, con el mismo nombre de la mamá de Joaquín, durante el funeral, frente al féretro expresó que “este hombre que está aquí es mi vida entera, y si Dios realmente existe y hace el milagro, le pido que me lleve pronto, porque sin él no puedo vivir”. Ella falleció a los pocos meses en casa de Martha Nieves, ambas especialistas en psicología aplicada al deporte.

Capilla fue el pilar de los clavados en México

Desde que le autorizaron competir a nivel internacional en los clavados a los 17 años, edad que se le consideraba muy joven para hacerlo, Joaquín Capilla, en las seis competencias fundamentales del ciclo olímpico subió al podio, había pocos deportistas tan dominantes como él, no fue egoísta, le gustaba compartir sus experiencias y siempre tuvo el don de la amistad.

A Capilla le antecedieron los hermanos Federico, Diego y Antonio Mariscal, quienes trascendieron en la historia, porque los tres llegaron a una final durante los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1932. Era el nacimiento de los clavados bajo la dirección de Mario Tovar, el impulsor de esta disciplina en el Club Deportivo Chapultepec.

 


El presidente Adolfo Ruiz Cortines se dirigió al campeón olímpico con estimulantes palabras: “La conducta, el esfuerzo y la constancia de Joaquín Capilla son un ejemplo para la juventud mexicana, que debe emular su dedicación, amplio sentido deportivo y su acentuado propósito de triunfo”.

Otros dos medallistas olímpicos mexicanos, Juan Botella, bronce en Roma 1960 y Álvaro Gaxiola, el clavadista que salió del retiro para ganar la plata en México 1968, fueron todavía compañeros de Capilla, en el Deportivo Chapultepec.

Joaquín fue temerario para la época, el tirar tres vueltas y media al frente todavía forma parte de la lista de clavados en la rama femenil y uno que otro varón lo realiza, aunque ha entrado en desuso la vuelta y media al frente con dos giros y medio y con carrera le dio la gloria olímpica.

Joaquín Capilla marcó el rumbo de los clavados, le dio continuidad al motivar a los jóvenes mexicanos a seguir sus pasos, y no hay generación que no escuchara sus consejos, porque en cada clavado decía, primero echó el corazón para alcanzarlo.

 Capilla, figura del deporte mexicano

La última vez que Joaquín Capilla se reunió con clavadistas en vida ocurrió en Pronósticos Deportivos, en donde fue invitado junto con Fernando Platas y Tatiana Ortiz. Como solía ser su costumbre le encantaba rememorar y platicar infinidad de anécdotas que se fueron con el máximo ganador de preseas olímpicas en la historia de México.

Tatiana, el día del sepelio de Joaquín Capilla recordó ese episodio, ya que no tenía muchos días de haber pasado y le quedó en la memoria las medallas que cada uno de ellos llevaron, Tatiana el bronce de Beijing 2008 y Platas, la plata de Sydney 2000.



En el caso de Joaquín no llevó todas sus preseas, ya que alguna de ellas la empeñó o la perdió y solía disimular su ausencia con la obtenida en Mar de Plata 1951, pero esa vez solamente llevó las que conservaba. Tatiana no se había percatado de ese detalle, pero si tuvo la oportunidad de observarlas y platicar de su experiencia, “un momento muy agradable de estar ahí los tres juntos”.

Para Tatiana, el ganador de cuatro preseas olímpicas es la máxima figura de su deporte por el legado y sus logros obtenidos, una persona que dejó muchos recuerdos. Han pasado 64 años de esa hazaña y en cada momento que citaba, el esfuerzo que significaba, remataba con un “¡qué bruto, mano!”.

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“Como siempre lo decimos, los clavadistas, los que somos parte de esta familia es un orgullo y una gran responsabilidad, porque tenemos desde hace muchos años, quiénes nos han marcado el rumbo y ha ido abriendo camino”, declaró Tatiana, todavía con la sensación de asombro, ya que ha pasado una década de su fallecimiento, siente que no ha transcurrido tanto tiempo.

México ha sido punta de lanza en los clavados de alto grado de dificultad, en las películas se observa a Capilla con la ejecución del tres y media vueltas al frente en posición B y en Río 2016, Germán Sánchez e Iván García fueron de los primeros en hacer el cuatro y media vueltas adentro, “una tradición que se ha venido conservando a través de los años”, destacó Tatiana.

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