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19, mayo 2020 - 8:08

┃ Brian Sales

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Foto: Archivo ESTO

Antes de ser entrenador de Pumas, Míchel González, en su etapa como jugador, deslumbró con su futbol en uno de los equipos más importantes del mundo, el Real Madrid. Un día como hoy, pero de 1996, el líder de la banda derecha dijo adiós al color blanco, al equipo de sus amores y a una carrera llena de éxitos. Besó el césped, se despidió entre lágrimas de la afición que se le rindió en todo momento.

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Al equipo blanco llegaría Fabio Capello y el español no entraba en planes, por lo que sabía, desde un inicio, que era la última vez que jugaba en su casa, al menos para defender el color que marcó su vida: el blanco.

El guion del 19 de mayo de 1996 no pudo ser mejor. Ante un abarrotado Santiago Bernabéu, el Real Madrid recibió al Mérida en la jornada 42 de aquella liga. Fue el mismo Míchel quien se encargó de abrir el marcador por la vía del penalti. Lo cobró de forma excelsa hacia el costado izquierdo, corrió al tiro de esquina y alzó las manos, con ganas de decir adiós, pero se contuvo, como si supiera que el destino le había preparado algo mejor.

Tras un tiro de esquina ya en el complemento, con el marcador 3-0 a su favor, González se encontró un balón afuera del área, lo prendió de volea y marcó un golazo con el que cerró la goleada de aquél día y su historia con el Madrid. Al minuto 83, sucedió. El estadio anunció el cambio. Salió Míchel González, con lágrimas en los ojos, aplaudido por amigos y rivales, por aficionados y detractores. Se iba uno más de la Quinta del Buitre. Sorprendió a todos cuando, en el andar hacia la banca, se detuvo en el centro del campo, se agachó y besó el césped del Bernabéu, su verdadera casa.

Su entrañable amigo Rafa Alkorta entró por él, no sin antes fundirse en un abrazo donde las lágrimas brotaron. Salió, se dirigió a la banca y se desahogó con Zoco, Antonio Acedo, Mariano García Remón, Arsenio Iglesias, Pirri, García Calvo, Ruiz, Buyo y Javier Miñano. Así acabó la historia de Míchel en el equipo blanco, pero dejó en las vitrinas seis títulos de Liga, dos de Copa, cuatro Supercopas y una Copa de la Liga, además de tres títulos internacionales.

En total, González participó en 404 partidos, anotó casi 100 goles y dio 120 asistencias, números y argumentos suficientes para refrendarlo como uno de los grandes referentes del madridismo.

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Míchel jugó un año más de forma profesional, justamente en México, país con el que comparte más de lo que pensamos. En territorio nacional disputó 34 partidos, anotó nueve goles y dio 10 asistencias, sin saber que varios años después volvería al país para forjar uno de sus retos más grandes como entrenador.

Y así, un día como hoy, pero de 1996, Míchel González dijo adiós al Real Madrid en la que siempre será su casa, por más que trote por el mundo, el Santiago Bernabéu.