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26, mayo 2020 - 8:06

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POR ALLAND JHONNATHAN

Foto: Archivo ESTO

El 26 de mayo de 1990, La Franja lograba su segundo título de liga y segundo de aquella temporada tras la conquista de la copa. El exdirectivo Emilio Maurer cuenta cómo fue posible dicha hazaña.

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Cinco equipos desde la celebración de la primera edición del campeonato de Liga en México (1943-1944) y hasta hoy, presumen el adjetivo de campeonísimos (monarca de Liga y Copa en una misma temporada).

En ese selecto grupo se halla el Puebla de La Franja, que este 26 de mayo celebra 30 años de las conquistas de Liga y Copa, logradas a costa de los Leones Negros de la UdeG y Tigres, respectivamente.

Aquella temporada 1989-1990 comenzó con La Franja marcada como favorita a todos los honores, tras quedarse con las ganas de levantar la corona un año atrás.

El chasco por no ser campeón en aquella campaña obligó a la directiva encabezada por Emilio Maurer a mover ficha, contratando como entrenador a Manolo Lapuente, en lugar del chileno Pedro García.

Lapuente, siete años atrás le había dado su primer y hasta entonces único cetro liguero a La Franja. “Necesitábamos un salto de calidad (de un torneo a otro) y lo dimos con la llegada de Manolo. Con Manolo obtuvimos ese toque para llegar a donde llegamos”, comenta en exclusiva a El Sol de Puebla, el expresidente del conjunto blanquiazul.

Además de Lapuente, la dirigencia contrató a los futbolistas Javier ‘Chícharo’ Hernández, Julio César Romero “Romerito”, José Manuel de La Torre, Edivaldo Martins, Arturo Álvarez, Edgardo Fuentes y a Pablo Larios, armando con todos éstos, según los expertos, un “equipazo”.

Pero a decir de Maurer, La Franja triunfó en aquella temporada no sólo por la calidad de sus figuras o entrenador, triunfó por la capacidad de sus estrellas a la hora de compartir el éxito, dejando el ego de lado.

“Aquel no era un equipo cualquiera, que saliera a ver que pasara; era un equipo donde no había celos, donde había entrega, con un fin común… ser campeones. Aquel era un equipo que se hizo familia, que era uno para todos y todos para uno”.

SEMBRABAN DUDAS

Pero a pesar de ser la sensación, cumplir con el cartel de favorito, lograr el título anecdótico de invierno, alcanzar la cifra de 400 triunfos en Primera División, alzar la Copa en abril de 1990 a costa de Tigres, aquel Puebla dejaba dudas tras perder el liderato y arrancar la liguilla con derrota 3-1 a manos de Correcaminos.

Aquello acarreó la desconfianza de la afición, los medios, pero también del menos pensado… Emilio Maurer.

El presidente, quien ya había perdido los papeles tras caer del primer lugar al tercero de la tabla en la fase regular del certamen, la volvía a liar con el cuerpo técnico y plantel tras aquella derrota en el juego de ida de los cuartos de final.

Pero esa muestra de desconfianza, evidenciada por sus reclamos a cuerpo técnico y plantilla, le valió a Maurer ser víctima de “la ley del hielo” por parte de todo el plantel.

También le ameritó una seria reprimenda a cargo de Manolo Lapuente, desafiando con esto a cualquier convencionalismo del futbol, donde el directivo en teoría manda y los demás acatan sus órdenes.

“Cuando Correcaminos nos hizo tres goles en el inicio de la liguilla bajé al vestidor enojando, pateando cubetas, balones, gritando, orillando a Manolo a decirme: ‘¿qué estás loco?, ¿qué no confías en nosotros, Emilio?’ Sí, el entrenador corregía al directivo, le llamaba la atención”, explica.

“Luego Marcelino Bernal, otro crack, les dijo a todos los jugadores que no me hablaran y que sólo lo deberían de hacer en la cancha. La verdad creo que mi enojo, fuera de lugar, acabó de motivar al equipo para lograr el título”.

Acto seguido, La Franja dobló 3-1 en el Cuauhtémoc a Correcaminos para ganar la serie de cuartos. En las semifinales se impuso a Pumas, ganándole en la vuelta 4-2, para llevarse la eliminatoria tras empatar en la ida 4 por 4.

LA HORA DE LA GLORIA

La final de aquella campaña 1989-1990 se puso en marcha el 23 de mayo, con Puebla logrando una ventaja de 2-1 en la ida sobre la UdeG, ventaja importante pensando en rematar la serie en casa.

Puebla, como ciudad, latía entonces al ritmo de su equipo de futbol y el 26 de mayo de 1990 se consagraba como “Supercampeón”, como este diario calificó a dicha hazaña… la del campeonísimo.

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“Hoy a mis 81 años, la gente me felicita más por todo lo que hicimos por el Puebla hace tres décadas y eso me pone al borde de las lágrimas, me da más fuerzas y me aumenta meses de vida. No es fácil ser parte de la historia y gracias a Manolo, los jugadores y todos los directivos, todo eso fue posible”.