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Mira

2, junio 2020 - 14:32

┃ Miguel Angel García

pana

Aquella tarde en Zempoala, Hidalgo, el cielo lucia gris oscuro, se avisaba una fuerte tormenta; aire helado, poco viento, la tarde lucia como si el mundo se fuera a terminar. Más en el ruedo de aquella población Rodolfo Rodríguez ‘El Pana’ renacía al desplegar su capote ante el primer toro de la tarde; era fecha clave para su regreso a La Plaza México, de hecho, la antesala de su reaparición ante Rey Mago, de Garfias.

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José Antonio González Chilolin observaba detenidamente la actuación del tlaxcalteca, el empresario estaba convencido que el veterano espada se encontraba listo para su despedida en el magno escenario, despedida que no llegaría sino años más tarde, por mandato divino.

Luego de varías toros a puerta cerrada en el rancho de José Antonio, El Pana volvió a calzar el terno en esta población hidalguenses, como prueba final para partir plaza en la Feria Torista que organizó Chilolin en el coso de Insurgentes, lo que de igual manera marcó para el promotor su paso como empresario en la plaza que da y quita.

La tarde de su regreso, ‘El Pana’ tuvo todo a favor, inspiración, toros, público, clima, fue una de las tardes más maravillosas que el público haya vivido. Fue la reconciliación de Rodolfo con ‘El Pana’, con dos faenas que, sin lugar a equivocación, jamás se le volvieron a ver en tal magnitud, ni aquí ni allá.

Le siguió Moroleon, luego Autlán, en ferias que también organizó Chilolín, pues el empresario hábilmente le sugirió al torero no despedirse la tarde que marcaría su despedida en La México.

Rodolfo le dio la vuelta a las ferias de México varios años más, incursiono en España haciendo su debut en la plaza madrileña de Vistalegre; también caminó por Francia. Sus azarosos años de novillero e inicio de matador finalmente habían tenido recompensa.

Fue en Ciudad Lerdo donde un toro decidió poner fin a la carrera de ‘El Pana’, en 2016. Decían que no era del todo su gusto haber firmado esa contratación, pero le quedaba de paso para el resto de sus compromisos; un lance de tanteo sin mucho que decir fue el acabose: el toro lo echó para arriba y Rodolfo cayó de cabeza. No había más que hacer, ya su cuerpo quedaría tetrapléjico.

Los días que permaneció hospitalizado en la ciudad de Guadalajara más que otra cosa fueron una bendición para el torero, ya que pudo despedirse de familiares y amigos que lo fueron a visitar; en el último momento parecía que Rodolfo saldría del pozo, incluso en su domicilio de Apizaco ya se preparaba una habitación especial para su regreso, pero la vida decidió que ‘El Pana’ regresara en un féretro de madera.

El último adiós no se dio en La Plaza México, sino en su natal Apizaco; su cortejo fúnebre paralizó a la localidad, lo despidieron de su plaza de toros y en la catedral; todavía al cruzar las vías del tren la locomotora detuvo su paso e hizo sonar su estruendoso silbato.

Finalmente, Rodolfo hacia su última parada en el crematorio local. Humo blanco, dijeron por ahí, habemus nueva leyenda del toreo. / FOTOS: MAG

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