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27, enero 2015 - 9:20

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EFE

Andy Murray puso su nombre en las semifinales del Abierto de Australia por quinta vez al derrotar a la “Maravilla del Down Under” como se le ha bautizado al australiano Nick Kyrgios, por 6-3, 7-6 (5) y 6-3.

Una jornada después del “Día de Australia”, cuando todo el país sede del primer grande de la temporada festejaba con orgullo que uno de sus jugadores siguiese vivo en la segunda semana, después de diez años de espera (Lleyton Hewitt), Kyrgios desapareció del mapa borrado por la seguridad de Murray en dos horas y cinco minutos.

“Lo primero que hice es no presionarle demasiado, porque sabía que él solo cometería algunos errores. Es joven, está creciendo en medido de toda la atención y eso no es fácil”, observó Murray, quien también vivió una etapa de duro acoso mediático en su juventud.

El británico, tres veces finalista de este torneo y que con su victoria de hoy se convirtió en el séptimo jugador desde que comenzó la Era Open en alcanzar la penúltima ronda del primer grande de la temporada cinco veces, ganó en el segundo encuentro entre ambos otra vez sin ceder un set (Toronto 2014).

Algo que no pudo lograr Rafael Nadal, derrotado por Tomas Berdych, que cortó de forma radical la estela de 17 victorias consecutivas del español ante el checo (6-2, 6-0 y 7-6 (5). El checo será el rival de Murray en semifinales.

Los otros dos semifinalistas saldrán de los duelos de mañana miércoles entre el serbio Novak Djokovic y el canadiense Milos Raonic, y el suizo Stan Wawrinka y el japonés Kei Nishikori.

La derrota de Nadal dejó al torneo sin ningún jugador de habla hispana. Los latinoamericanos desaparecieron en el cuadro la primera semana, en la que el argentino Juan Martín del Potro se dio de baja por sus problemas en la muñeca izquierda, de la que fue operado rápidamente, y aunque cuatro españoles, Feliciano López, David Ferrer y Guillermo García López alcanzaron junto a Nadal los octavos, los tres primeros cayeron en la ronda anterior.

Tampoco en el cuadro femenino el tenis hispano tuvo mucha fortuna, con la puertorriqueña Mónica Puig eliminada en la segunda ronda por la kazaja Yaroslava Shvedova. La española que más lejos llegó fue Garbiñe Muguruza derrotada por la estadounidense Serena Williams, en octavos de final.

Murray sigue vivo en el cuadro, cediendo solo un set en cinco partidos. Berdych, su próximo rival, no se ha dejado ni uno en igual número de encuentros. Curiosamente el rival de Andy tiene ahora en su banquillo al que fue compañero de viaje del británico durante los últimas cinco temporadas, su amigo el venezolano Daniel Vallverdu.

El joven entrenador de tan solo 28 años al que el escocés conoció durante una estancia en la Academia Sánchez-Casal en Barcelona, ha durado poco a su lado tras el fichaje de la francesa Amelie Mauresmo como su técnico.

Murray controló el partido con medidos golpes que destrozaron los nervios y las defensas de Kyrgios, que al final del segundo set, tras cederlo en el desempate, destrozó su raqueta contra el suelo y profirió una obscenidad audible, no penalizada por el juez de silla, el portugués Carlos Ramos.

Una rotura en el sexto juego del tercer set proporcionó la ventaja suficiente a Andy para acallar a los aficionados australianos que llenaban la Rod Laver Arena y que esperaban más de su ídolo, que buscaba convertirse en el segundo jugador más joven en alcanzar las semifinales del Abieto de Australia en la Era Open.

Después de una hora y 50 minutos de lucha, Kyrgios disfrutó de sus dos primeras opciones de rotura en todo el partido, y lo logró al fallar Murray un revés a la red (4-3). El público volvió a animar, a gritar y disfrutar, pero duró poco la explosión de alegría porque Nick no supo conservar su saque a continuación.

Murray venció al último “aussie” bailándole de lado a lado de la pista. Ahora le espera Berdych, en el mejor momento en la carrera de ambos y con quien tiene un balance desfavorable de 4-6 (3-3 en pista dura) y los dos últimos enfrentamientos, Cincinnati y Madrid en 2013 para el checo, que contará con un confidente extraordinario, para atacar los puntos débiles del excampeón de Wimbledon: Vallverdú.

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