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27, enero 2015 - 12:09

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POR HÉCTOR REYES

HAY lugares ocultos en la piel de la seleccionada nacional de levantamiento de pesas, la sonorense Patricia Domínguez.

Ella es sensual, vital, arrojada, sonriente; mujer de retos y de metas, con el único sueño compartido de asistir a los Juegos Olímpicos de Río 2016 junto con su hermana Cinthya Domínguez.

Los tatuajes hablan de su historia, de sus amores y las huellas que le recuerdan los pasajes que trazan su destino.

En el dedo índice de la mano izquierda tiene un símbolo del cual no quiso mencionar, simplemente, dijo, fue una locura, una ocurrencia o quizá algo más que ocultó con una sonrisa, todavía con el cabello recogido después de su primer entrenamiento del 2015.

Dentro del grupo de 20 seleccionados nacionales de primera fuerza, juveniles y un cuerpo técnico de origen chino, en el gimnasio “Soraya Jiménez Mendívil”, en las instalaciones del Comité Olímpico Mexicano, Paty, con su voz sonora, dio vuelta a la página de un cierre inesperado debido a una lesión que la marginó del equipo nacional.

Si reconoce la frustración de no haber asistido al Campeonato del Mundo, ni a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz, pero ahora tiene por delante un año decisivo, como el tatuaje de un levantador de pesas que descubre como un telón debajo de sus arreos de entrenamiento.

Su piel blanca contrasta con la tinta indeleble de un pacto junto a otras integrantes del equipo nacional que decidieron plasmar, en el preolímpico de Guatemala. Una expresión de identidad, de juego y de pasión por lo que hacen.

Su cabello ha crecido, va de su tonalidad natural del castaño claro, a un rubio que termina casi en la cintura, sin un ápice de grasa, no obstante las fiestas decembrinas. Las pesas retumban en la tarima, los ejercicios van en serie ante la mirada escrupulosa de sus nuevos entrenadores, un cambio decisivo en su carrera.

La meta de este año es conquistar el máximo de tres plazas por equipos en la cita mundialista y lograr su pase a sus segundos Juegos Panamericanos de Toronto 2015.

“Ha subido muchísimo el nivel en América, mí categoría (58 kilogramos) está impresionante, la que ganó en Veracruz también fue medallista del Mundial, y por lo tanto debo trabajar más. Regresé con los entrenadores chinos y estoy muy feliz: todo cambio es bueno, tengo toda la confianza en ellos”, señaló la deportista de 26 años.

Hay dos tatuajes más, uno imposible de apreciarlo y el más afectivo de todos, el amor que le profesa a su hermana y sobrina, a quien cuida, para que su hermana pueda entrenar, aunque no podrá asistir al campamento de preparación en China que realizarán a partir del tres de febrero por espacio de 40 días, junto con los mejores deportistas del mundo en su especialidad.

“Traigo el de mi hermana aquí (en la espalda) dice te amo, literal, abajo traigo un corazón amarillo que es mi color favorito y cuando cierra el corazón son las iniciales de mi sobrina y traigo el de pesas, éste nos lo pusimos toda la selección antes de viajar a Guatemala”, es la crónica de los signos expresados a partir de la historia familiar.

Han transcurrido 12 años de trabajo en el alto rendimiento. Tiene todo para triunfar y los resultados sólo dependerán de ella, con la diferencia que regresó con mayor madurez y aprendizaje, digamos el banderazo de salida en la recta olímpica que comenzó ayer.

“Empecé una nueva etapa, con nuevo entrenador y nueva rutina. Desde ahora estoy empezando algo nuevo y de aquí hasta el 2016, con el favor de Dios sea un cambio bueno y sea positivo”, subrayó la bella exponente de Sonora, donde las mujeres se distinguen por su claridad, denuedo y amor por lo que hacen.