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24, octubre 2020 - 17:04

┃ EFE

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Héctor Herrera participó medio tiempo en el triunfo 2-0 del Atlético de Madrid sobre el Betis que afianza a los colchoneros en la segunda posición de LaLiga, mientras que su compatriota Diego Lainez vio el partido desde la banca.

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A los 23 segundos de la reanudación, del 1-0 surgió otro equipo rojiblanco completamente diferente al que había sido desbordado y apagado en todo el recorrido hasta el intermedio por el Betis, que perdió su ocasión en el primer acto, también por mérito de Oblak, y que pasó de repente de ganador a los puntos a perdedor indudable del encuentro. No salió goleado luego por las paradas de Claudio Bravo.

Ya son 21 partidos seguidos invicto del Atlético, la mejor racha de su historia en la Liga en ese sentido. Está dos puntos por detrás del liderato, pero con un partido menos. Y ya divisa un encuentro clave el próximo martes en la Liga de Campeones con el alivio de un triunfo cuyo valor es formidable, más aún visto el primer tiempo.

El déficit de fútbol de los rojiblancos -reiterativo, nada puntual- lo redescubrió con expresividad la primera parte del Betis, mejor en todo. Con y sin balón. Y sin ninguna duda. Porque el grupo de Simeone corría mucho y combinaba muy poco. No es ya una cuestión de intención, sino de cualidades. De precisión, de visión, de talento… Más aún cuando un partido se mueve en la intensidad o en la presión del Betis. En eso también entró mejor que el Atlético.

Hasta el intermedio, el equipo local sintió el agobio. Ajeno a la pelota -un elemento completamente visitante durante todo el primer tiempo-, pero sobre todo sin reacción ni capacidad para rebelarse con celeridad contra el escenario del duelo, quedó expuesto al Betis, porque era rebasado en el centro del campo con una rotundidad impensable y, por extensión, en el resto de los sectores.

Pero tiene a Luis Suárez. Y eso, aunque ni siquiera seas capaz de plantear apenas una ofensiva trenzada, bien al contragolpe, bien en transición o bien en posesión, ofrece por momentos algunas ocasiones inimaginables en tal panorama, siempre preparado para el error ajeno o para armar el remate. Con una de cada, las dos se perdieron fuera.

Y a Marcos Llorente. Reubicado este sábado en su mejor posición hoy por hoy, que es delantero -ni el medio centro ni la banda derecha-, él inventó de la nada el 1-0 del Atlético: explotó su zancada dentro del área, esa conducción que por velocidad le hace imparable en ese pasaje, y, por muy escorado que estaba, ingenió una fórmula imprevista para sortear la salida de Claudio Bravo, sutil para aprovechar el hueco abierto entre el portero y el primer palo.

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Su toque con la izquierda transformó en gol algo que no lo parecía de antemano, al menos de forma directa por su parte, además con el efecto que tiene a los 23 segundos de la reanudación de un encuentro que hasta entonces era propiedad del Betis en todo menos en el marcador. Hasta entonces. Porque todo cambió en ese momento.

Cierto es que aún Oblak triunfó en un duelo individual con Sanabria, ganador por la pierna izquierda con la que repelió el remate, pero tanto como que eso ya fue algo aislado entre la reacción del Atlético, que tuvo cuatro ocasiones más en un instante, por medio de Hermoso, Carrasco -dos veces- y Herrera. Uno lo rechazó el poste. Y el resto Bravo, que evitó la goleada. Aún paró otra más a Luis Suárez y otra a Carrasco -ya con Montoya expulsado-. No pudo de nuevo ante el uruguayo, autor del 2-0 en el tiempo añadido. Nada que ver con el enredo previo que había resuelto Marcos Llorente.

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