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Mira

7, noviembre 2020 - 8:04

┃ Marysol Fragoso

toros-escuela

Fotos: Martín Montiel

Hace algunas décadas cuando en la colonia Mixcoac de la Ciudad de México, un pequeño de cinco años correteaba de un lado a otro, su abuelo que lo observaba les comentó a sus amigos: “¡Mira, ese es un brillantito que voy a pulir!”. Se trataba del puntillero y ganadero don Atanasio Velázquez “El Talín”, quien se refería a su nieto Alfredo Gómez Velázquez, quien, a los ocho años de edad, abrazó la profesión del toreo.

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Al convertirse en becerrista Alfredo Gómez se anunció con el apelativo de “El Brillantito” y al pasar a novillero se cambió a “El Brillante”. Toreó 24 novilladas en la Monumental Plaza México, tras consolidar una destacada carrera como matador de toros, lidió por última ocasión en abril de 1990 en La México. Llegado el año 2013, “El Brillante” fundó la Escuela Taurina Mexicana Formación de Toreros, la cual tiene como sede el ruedo que existe en Los Viveros de Coyoacán, que, en la actualidad, tras el confinamiento anti Covid- 19, ha vuelto a las actividades.

En ese sitio emblemático de la Ciudad de México a temprana hora de cada fin de semana, un puñado de chiquillos con el lío al hombro y con la ilusión reflejada en el rostro, llega puntual en compañía de sus padres para “volver a sentir el cante”, ese que únicamente el toreo es capaz de provocar en un ser humano. Armados con la determinación y la fe de convertirse en toreros, tal como ha sucedido desde hace un siglo, en un sitio que vio nacer a los grandes de la Época de Oro del Toreo Mexicano.

El día de nuestra visita, la cálida mañana, bañada por sol, recibió a los alumnos que luego de haber cumplido con los protocolos de salud que nos marca la “nueva normalidad” (desde luego que verlos entrenar con el cubrebocas colocado, nos mueve el sentimiento), siguieron atentos a las enseñanzas del maestro Alfredo Gómez, quien a su paso por los ruedos se distinguió por la clase y el temple.

Entre el grupo sobresale un espigado chico que porta una coleta natural, al estilo del matador “El Pana” (QEPD). Se llama Salvador Santoyo, tiene diez años.  Al acercarnos a él, nos indican que Salvador es el niño que cuando era aún más pequeño, ataviado con un terno de luces, presenciada las corridas en el máximo coso capitalino, junto con su hermanita –vestida de manola-, sobre el techo de toriles. Ambos han tenido el honor de dar la vuelta al ruedo con varios toreros que han triunfado en el máximo escenario del país. Ahora, él se esfuerza en cada jornada por convertirse en torero y su hermana Eva, enterada aficionada con seis años de edad, lo apoya con los avíos o haciéndole el toro.

Andrés Porfirio Hernández, de nueve años, ayer se reencontró con capote, muleta y ayudado. Poco a poco fue tomando el son al toreo de salón. Es otro pupilo de los que apunta. Hay que contar con el novillero Efrén Cabrera, quien debido a la pandemia debió cambiar su domicilio a Querétaro y con Oscar Ocampo, originario de Toluca, Estado de México, quienes no han dudado en venir a la escuela desde sus actuales lugares de residencia.

Hay sitio para todos, desde el alumno más pequeño: Carlos Camacho, con apenas seis añitos, así como su hermanita Andrea; además, están los aficionados adultos que también reciben, de manera gratuita, como todos, las enseñanzas. En ese rubro contamos a Fernando Monroy, Humberto Ruíz y Juan Lira.

GRATUIDAD Y ENTREGA

Para Alfredo Gómez “El Brillante” el objetivo de la escuela no radica en obtener ganancias, toda vez que él es autosuficiente con un negocio particular que tiene en la colonia Tacubaya, solamente desea mantener viva la esencia del toreo mexicano.

“El toreo es mi pasión. Una vez que dejé de torear, me alejé completamente durante un año de la fiesta brava. Cuando me volví a acercar a este medio, lo hice para ayudar toreros. Apoderé a Humberto Flores, Fernando Flores, Guillermo Capetillo; apoyé a matadores como Sergio González, y Bernardo Rentería, forjé a mi primo, Atanasio Velázquez, hasta llevarlo a la alternativa y a mi otro primo: Sergio Velázquez.”, afirmó “El Brillante”.

“Me gusta compartir lo que aprendí con mi gran maestro Saúl Guaso, así como lo que he aprendido con mis años en los ruedos. Por eso, cuando fundé la escuela quise que el nombre hiciera énfasis en el tema de la importancia de lo mexicano en el toreo. El toreo mexicano ha sido muy importante en el mundo, desgraciadamente, se ha ido perdiendo”, agregó.

Establece: “Yo les brindo a los niños y a los aficionados adultos, los conocimientos básicos, pero dejo que cada alumno se exprese como le dicta su razón y su sentimiento, para que sean originales y no clichés, uno detrás otro. A mi manera estoy aportando a la fiesta que tanto amo. Ojalá que hubiera alguien que me apoyara para hacer crecer este proyecto que es muy bueno”.

La filosofía de su enseñanza se basa en: “Rescatar la identidad del toreo mexicano porque se ha perdido. Esto no lo digo yo, lo está demostrando la historia. El maestro Paco Camino una vez declaró: ‘Lo bonito del torero mexicano es que viene a España a torear como torea en México’. Eso hacía diferentes a los diestros mexicanos, los hacía causar impacto, generar respeto y sentimientos diferentes para conseguir triunfar muy fuerte en Europa, como Curro Rivera que llegó a cortar hasta cuatro orejas, una tarde en Madrid”, abundó Gómez Velázquez.

“Ahora, todos los muchachos quieren torear a la española, no digo que esté mal, pero tenemos que mantener nuestra identidad: como Silverio Pérez, Jorge “El Ranchero” Aguilar, Manuel Capetillo, Manolo Martínez, en fin, muchísimos matadores que toreaban extraordinariamente a la mexicana. Sabemos que las cosas van cambiando, pero, sin duda, lo que no debe cambiar es la esencia del toreo mexicano”, concluyó.

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