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6, febrero 2015 - 9:59

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POR IRENE MEDRANO VILLANUEVA
FOTO: TOMÁS ÁVILA

CULIACÁN, Sin.- “¡Si estas paredes hablaran….!”, dijo emocionado Julio César Chávez, ante la “socialité” deportiva que lo acompañaron en la inauguración de la segunda clínica de rehabilitación “Baja del Sol”. Ahí en su casa -en cuatro mil metros cuadrados-, donde como él dice, vivió los mejores y peores momentos de su vida, donde trató de suicidarse, de matar a su hermano, de tirar balaceras, de durar días drogado, hoy la abrió, precisamente para rehabilitar a hombres y mujeres que han caído en las garras de las adicciones. “Lo que viví aquí fue un infierno…Yo veía el diablo, la verdad era algo insólito lo que vivía y pasaron los días, meses, años drogándome, tomando en esta casa, por eso, me traía recuerdos tristes, malos”, evocaba. Para espantar esos demonios, esos infiernos, el padre Rey David rociaba agua bendita al edificio y a los invitados, durante su bendición y después cortaban el listón. Desde temprano, el César del boxeo, enfundado en un traje oscuro, empezó a recibir a los medios de comunicación, primero en entrevistas, luego ante boxeadores que lo enfrentaron y amigos, sin rubor alguno se confesaba, pero también hablaba de la expiación de sus culpas, al ayudar a los que más lo necesitan en estos momentos: los adictos. Las puertas de lo que fue su hogar por muchos años, se abrieron al público. Su pareja Myriam Escobar daba la bienvenida y también estaba su mamá, Isabel González. En la entrada una foto en blanco y negro, de cuerpo entero del pugilista en calzoncillo y con los guantes da la bienvenida y los grandes del boxeo dejaban estampado su autógrafo al llegar. Al adentrarse a lo que es ahora la clínica, las paredes están tapizadas de reconocimientos, de fotografías de los grandes momentos del boxeador, de imágenes. La que sobresale es la Virgen de Guadalupe. En el área de la alberca también se recuerda los momentos de gloria de Julio César, ya que al frente una fuente donde a través de unos guantes cae el agua en tres recipientes en forma de corona -son las tres coronas que le hicieron participar en 37 peleas titulares-. Empezaron a llegar los invitados, el primero en hacer acto de presencia fue el boxeador Óscar de la Hoya, luego el hijo del Santo, el presidente del Consejo Mundial de Boxeo Mauricio Sulaimán, el promotor norteamericano Don King, Carlos Mercenario y el réferi Joe Cortez. Más tarde llegaron “El Piojo” Herrera, acompañado de su esposa y Jorge Kahwagi, Yolanda Andrade, el boxeador Rubén “Azabache” Martínez, “La Chiquita” González, el estadounidense Jimmy Lennon Jr., anunciador oficial de las peleas del WBC, quien con su voz inconfundible y como si estuviera narrando una pelea hacía la presentación del boxeador mexicano: “El sensacional, el gran campeón mexicano Julio César Chávez…”.

“Julio César siempre va a ser mi ídolo, mi héroe”, dijo Óscar de la Hoya, quien habló de sus adicciones, del infierno que viven los que caen en las drogas, pero antes, casi se disculpó con el pugilista sinaloense por ganarle el 7 de junio de 1996 por KOT en el cuarto asalto, para quitarle el título superligero del WBC. “Lo quiero mucho (a Julio) porque él sigue siendo un gran ejemplo para mí en mi vida personal, yo cuando crezca quiero ser como Julio, porque la verdad, centros como éste van a ayudar a mucha gente que los necesita. Estos centros me ayudaron a mí para identificar esos problemas que tenía y logré cambiar con mucho trabajo el estilo de mi vida, los pensamientos, creo que sin estos centros muchas personas quedarían perdidos en la vida, gracias Julio, vas a cambiar muchas vidas”.