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7, marzo 2021 - 7:50

┃ EFE

Parkour

Fotos: EFE

A caballo entre deporte, habilidad y acrobacia, el parkour, sirviéndose únicamente del propio cuerpo, potencia la capacidad motriz de cada individuo. La calle y la naturaleza son sus mejores lugares de entrenamiento, el mejor gimnasio y el mejor monitor, así como el grupo, pues los participantes intercambian y comparten experiencias. De ahí surge el progreso personal.

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Tradicionalmente se define al parkour como una manera personal de disfrutar el desplazamiento mediante únicamente el uso de nuestro cuerpo y dentro de un clima de compañerismo.

Los jóvenes maravilla del deporte

Los valores originales del parkour son dedicación, autosuperación, esfuerzo, colaboración, respeto, igualdad y honestidad, descartando (de momento) la competitividad que, por lo general, degrada el espíritu deportivo y solo favorece el espectáculo.

“Es una actividad, un entrenamiento personal que carece de método estricto pero que se basa en tres premisas necesarias: seguridad, eficiencia y eficacia”, dice JosebADD, un practicante de esta actividad quien precisa que la clave está en “la capacidad de conseguir los máximos resultados con el mínimo gasto energético de tu única herramienta, el cuerpo”.

Mucha actitud

El parkour se retroalimenta de nuestros orígenes, ese vagar del hombre en continuo movimiento, acción y resolución. Nos recuerda que todo empezó por esa curiosidad por avanzar, recorrer; pero la práctica de esta actividad necesita buena preparación física para superar obstáculos, hacer acrobacias. No es tan loco como parece, pues los participantes insisten: se necesita mucha concentración y mucha determinación para ejecutarlo.

Superándose en los obstáculos no solo los que encuentran a su paso por las ciudades, improvisados circuitos que valoran antes de practicarlos, sino también los más importantes, los personales, los físicos. Su práctica fomenta el conocimiento personal y nuevamente aparece la palabra ‘superación’. Muchos de ellos, aún partiendo de limitaciones físicas, tienen, en ellas mismas, su propia motivación.

“Hay practicantes con dificultades motrices, en brazo, mano… por eso es muy integrador, no discrimina a nadie. Es más, fomenta las buenas relaciones interpersonales, la fuerza del grupo, en lo que tiene de camaradería, valores muy en desuso en una sociedad que se ha hecho tan competitiva”, cuenta el madrileño Santi, quien a sus 26 años es monitor, como se conoce a los instructores de esta especialidad.

En este deporte extremo, el virtuosismo de cada uno, o sus condiciones físicas, hacen que tenga parte  autónomo, ser completo. Tú te pones las metas, no hay que perder el miedo, ni la constancia, el repetir, el entrenamiento, la precisión.

Los objetivos del parkour son el desarrollo y mejora de las capacidades motrices, movilidad, fuerza, resistencia, salto o equilibrio. Se trata de cambios rápidos de dirección, manteniendo el control motor, combinado con saltos y velocidad de reacción, más un trabajo que promueve las relaciones personales. Concebir este deporte como algo divertido y saludable.

“El parkour trabaja el respeto, la inclusión, la cooperación, el compartir experiencias y conocimientos, valores muy provechosos para la enseñanza. Se podría -y debería- enseñar en las escuelas como actividad o incluso dentro de la asignatura de Educación Física, algo que nosotros, como monitores ya practicamos”, dice Santi.

Rápida expansión

El parkour es una de las actividades favoritas en Estados Unidos y México pero, desde hace unos años, ha arrasado con fuerza en países como Panamá, Perú o Brasil… En Colombia destaca un grupo, los LecharDD, atletas excepcionales.

En España no existe aún representación nacional. La comunidad no se pone de acuerdo. Mientras los puristas confían en los valores morales y sociales que potencia, en su altruismo intrínseco que conlleva desde su creación. Las nuevas generaciones exigen desde hace unos años mayor exposición y competiciones reglamentadas, lo que no gusta a los primeros, por lo que, según dicen “perdería toda su esencia y acabaría como otro negocio con el disfraz del parkour”.

Ello llevó a la creación de la Asociación Nacional Difusión Activa Pro Parkour (DAPP), a la que puedes pertenecer como socio, como Joseba Torronteras, aunque no comparta este objetivo.

JosebADD, que es periodista también, dedica sus esfuerzos y su trabajo para promover la esencia del parkour, por encima de que su alta demanda la haga estar ahora muy de moda, gracias a su origen multidisciplinar.

“Algo que nos gusta, es bueno. Así se conoce nuestra técnica, nuestros entrenamientos, que son casi como una filosofía de vida; pero también entraña peligros como que se use solamente como una moda. La belleza de esas fotos de acrobacias fantásticas puede que fomenten lo competitivo, lo visual, alejándose demasiado de su origen, el altruismo, y su enorme carga social”, afirma.

De esto sabe mucho Antonio Cabrera, que trabaja esta actividad con niños en riesgo de exclusión social en el barrio de Las tres mil viviendas, en Sevilla.

“La disciplina es una herramienta educativa muy potente que permite trabajar, además de a nivel físico, a nivel psicológico y social, aportando beneficios que tienen que ver con el crecimiento en grupo y que cuesta conseguir en la mayoría de actividades deportivas en las que se compite”, dice Cabrera.

En definitiva, por su condición multidisciplinar el parkour presenta un gran abanico de posibilidades, por actitudes y aptitudes, que arranca de una esencia, una vocación, tanto personal como colectiva: practicar y trabajar para ir superando o sorteando los obstáculos del camino, con toda la inteligencia y precisión posibles, las mismas barreras que encontramos en el recorrido de la vida, las mismas caídas que nos hacen más fuertes y más útiles.

Más de 100 años de historia

El auge del parkour comenzó hacia los años 80 del siglo pasado como actividad deportiva en París, convertido en una disciplina y un método de entretenimiento.

Pero para comprender la filosofía del parkour hay que situarse en los años previos a la Primera Guerra Mundial, cuando Francia envió a sus tropas a la isla de Martinica, cerca de Barbados. En el escuadrón francés se encontraba George Hébert.

El teniente se dio cuenta de que los indígenas, sin ningún tipo de entrenamiento previo, tenían un cuerpo fuerte, ágil y flexible; muy útil, en definitiva. Durante su estancia en la isla, un volcán erupcionó y el teniente pudo coordinar la evacuación y el rescate de casi mil personas.

De vuelta a Francia, el oficial indagó en el método de entrenamiento de los nativos que consistía en la imitación de sus quehaceres cotidianos: correr, saltar, nadar, trepar árboles… para poder desarrollar un cuerpo fuerte y útil.

Le dotó de una filosofía a su método: Sé fuerte para ser útil (être fort pour être utile) y lo incorporó al entrenamiento militar. Así llegó a Raymond Belle, ex militar y uno de los bomberos más conocidos de París en la década de los 60, quien se lo enseñó a su hijo David, y lo fue practicando, junto a sus colegas Yamakasi, y a quien se considera uno los fundadores del parkour.

Aunque la disciplina llevaba décadas de andadura, no fue hasta 2014 cuando se constituyó la Federación Internacional de Parkour (IPF), organización internacional independiente, sin fines de lucro, formada por voluntarios que representan las necesidades de los atletas de parkour así como a sus comunidades por todo el mundo.

La IPF tiene como objetivo promover la práctica de este deporte y disciplinas relacionadas a través de la construcción de comunidades, eventos competitivos y no competitivos a nivel mundial y local, así como promover iniciativas para comunidades de parkour incluidos sus órganos oficiosos nacionales.

Y es que, siguiendo las experiencias en otros deportes que han alcanzado el reconocimiento olímpico, surgió la necesidad de constituir un organismo rector a nivel mundial, con la misión de ser incluidos en el programa oficial de París 2024.

Son muchos ya los miembros de la organización en continúa expansión. En él están integrados países como Estados Unidos, México, Egipto, Irán o Reino Unido. Amaia Domínguez.

Figura representativa

Dentro de la IPF, figuran estrellas como el británico Ryan Doyle y otros atletas que aportan y promueven iniciativas en todo el mundo, tanto deportivas como sociales, siguiendo su máxima fundacional: ”Sé fuerte para ser útil”.

Doyle es además un gran especialista en artes marciales. Nacido en 1984 en Liverpool, la ciudad de los Beatles, y fundador de la Freeruning and Parkour Federation, su interés por las artes marciales le llevó a estudiar Kuk Sool Won, procedente de Corea.

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A partir de ahí, Doyle desarrolló su propio estilo que combinó con el “freeruning” y, aunque ha tenido lesiones graves a lo largo de su carrera, no abandonó sus entrenamientos. Ganador del Art of Motion Competition en 2007, hasta protagonizó una videoserie titulada “Doyle’s Travel Story”, ganadora a la Mejor Serie en los YouTube Streamy Awards 2013.

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