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11, abril 2021 - 8:00

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sombrero

POR CARLOS GABINO / ESTO

FOTOS: OSWALDO FIGUEROA

El porte varonil y peliculesco de los charros se debe, sin duda, a la tradicional vestimenta que utilizan, desde la cabeza a los pies, con su sombrero, camisa, pantalón vaquero, aditamentos de cuero y sus botas.

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Desde antaño han usado estos característicos artículos, pero no sólo es por la elegancia que les brinda, sino que principalmente por las necesidades en las labores de campo que realizan y ahora también en las competencias de charrería, que es considerado Deporte Nacional y declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

La vestimenta les protege de los rayos del sol, de la lluvia, de picaduras de animales y quemaduras.

En la Asociación de Charros de La Viga –que no está ubicada en La Viga, sino en Pantitlán–, además de ofrecer el espectáculo de las suertes que caracterizan al Deporte Nacional, hay talleres-accesorias en los que no sólo venden todos los artículos relacionados con la charrería, sino que ahí mismo los elaboran de manera artesanal.

Sombrerería, sastrería, talabartería y zapatería son los cuatro negocios ahí establecidos que visten a los charros de la cabeza a los pies, además de elaborar los artículos para sus caballos. Es el único lienzo en México donde se juntan todas estas distintas tiendas; en otros hay sólo una o dos.

Sombrero: casco protector

Así como los motociclistas se ponen casco para cuidarse la cabeza en caso de sufrir alguna caída, los charros utilizan el sombrero para protegerse tanto de los rayos del sol y de la lluvia como de contusiones cuando los tiran los caballos en las faenas del campo o en las charreadas. Por si fuera poco, es un símbolo de autenticidad nacional, un sombrero charro identifica a México universalmente.

La copa o corona, la parte de arriba del sombrero, que tiene unas “pedradas”, es muy dura, forma un vacío de aire entre la cabeza y es lo que amortigua los golpes en las caídas y protege hasta de los cascos de los caballos. También el borde o ala tiene su función para aminorar los golpes. Y el barbiquejo sirve para fijar el sombrero a la cabeza y que el charro tenga las manos libres.

Así lo explica don Enrique Bobadilla, encargado de la sombrerería Bobadilla, un negocio familiar que comenzó hace 80 años su abuelo don Macario, siguió su papá Raúl, ahora él y ya está en su cuarta generación con sus hijos Enrique y Ricardo. Con orgullo cuenta que su abuelo hizo sombreros para artistas famosos como Pedro Infante, José Alfredo Jiménez, Javier Solís, Luis y Antonio Aguilar y al Charro Avitia, entre otros.

Agrega que ellos reparan y elaboran los sombreros, que pueden ser hechos con pelo de conejo, fieltro de lana, de paja, palma de soyate o trenza de piña. Los precios van de mil 500 hasta 10 mil pesos, dependiendo del material que se use y de los adornos que quiera el cliente.

El tiempo de fabricación fluctúa de cinco a 20 días, según también la decoración que lleve y tomando en cuenta que aquí los hacen artesanalmente, a mano y no en máquinas. Hay distintos estilos de sombrero, entre ellos Cocula, San Luis, Pachuca, poblano, zapatista, jarano y vaquero.

El sombrerero Bobadilla confecciona su producto utilizando hormas de madera, según la medida de la cabeza del cliente; corta las piezas del material que vaya a usar, las engoma, deja secar al sol, luego les da forma con una plancha especial, pone las “pedradas” a la copa, da rigidez al ala, y adorna con ribete de gamuza, cuero, bordado en canutillo o galoneado, que es lo más fino y costoso.

Afirma que su oficio es muy bondadoso, que gracias a él su familia ha podido vivir decorosamente, aunque sin duda en el último año, como todos los negocios, se han visto afectados por la pandemia de Covid-19.

No ha habido competencias de charrería y eso nos ha pegado duro. Trabajo no nos ha faltado, poco, pero hay”, señala.

Traje: de faena, gala y etiqueta

La galanura del charro se la proporciona en gran parte la vestimenta que utiliza, siendo considerada su confección como un arte, al adornar los trajes con gamuza u otros materiales con botonaduras de plata.

La indumentaria del charro está compuesta por trajes de diferente tipo, que se clasifican por categorías: de faena, de media gala, de gala y de etiqueta, dependiendo de la actividad para el que se requieran, pero todos consisten en pantalón y chaqueta (de tela o gamuza, lisos o con adornos de gamuza o botonadura de plata), camisa de algodón (siendo la llamada pachuqueña la más popular) y corbata de moño en forma de mariposa y colores vivos.

La sastrería Becerra, cuyo encargado es actualmente Omar Becerra, es otro de los negocios que se localizan en este lienzo charro y funciona ahí desde 1984, pero la tradición familiar viene desde muchos años antes.

Omar, un sastre completo, diseña, corta, cose y plancha la ropa, y explica que el pantalón que elabora, totalmente artesanal, es con casimir y no son como las prendas de mezclilla. Tiene sus peculiaridades, como el corte charro, que es un poco más ajustado y en la caída de la pierna se le deja un fuelle o arruga, un largo adicional para que cuando el charro monte a caballo no se le descubra el botín. Asimismo todo el pantalón lleva por dentro un forro de manta, la cual evita que dé picazón por el calor. Y no se le pone cierre o cremallera, sino botones.

El precio de un pantalón oscila entre mil 500 y dos mil pesos, dependiendo de la botonadura, las grecas, los alamares, tarugos y otros adornos que se le pongan. Un traje de charro completo va de cuatro mil 500 hasta 13 mil pesos, según los herrajes de plata que lleven. En promedio para su elaboración tarda de cinco a siete días.

Becerra comenta que los charros son muy estrictos en la vestimenta y deben ir vestidos de acuerdo con la ocasión. Por ejemplo, el traje de gala tiene que ser de color negro, para cualquier ceremonia formal, con adornos en plata, moño y camisa blanca, con botas y cinturón negro. El de gran gala es como un frac, de color gris oscuro.

Omar dice que a pesar de la crisis por la pandemia, él no se queja, porque “aunque floja, hay chamba”.

Accesorios: el arte de trabajar el cuero

La talabartería o guarnicionería es indispensable para los charros, que utilizan varios implementos de cuero (piel curtida), como las chaparreras, guantes, cinturones, riendas, correas, monturas, fundas, barbiquejos, carteras, etcétera.

Fernando Guzmán Mora es el encargado del negocio de cueros que se encuentra en el lienzo charro ubicado en Pantitlán. Tiene 32 años de experiencia en este oficio y elabora los artículos de manera artesanal. Es un talabartero especializado en charrería.

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Como materiales usa principalmente la vaqueta (cuero de ternera), gamuza (rumiante parecido a la cabra), piel de cerdo y carnaza (el cebo).

Durante la charla, elabora un guante con carnaza, que es de los artículos más solicitados y tienen un precio de 200 pesos, de lo más barato. Y lo más caro, explica, son las monturas de caballo, que van de cinco mil hasta 200 mil pesos, dependiendo de los herrajes que lleven. Una silla de montar se conforma por un fuste o esqueleto de madera con cabeza (la cual se utiliza para amarrar las sogas o reatas y está forrada de piel de becerro neonato), cuerajes y estribos, entre otros accesorios.

Hay distintos tipos de monturas, pero las más comunes son la de cantina y cola de pato. Las más caras llevan herrajes de oro o plata, con bordados en pita, oro y plata o hiladuras de colores que embellecen los arreos; también se pueden adornar con tarugos de cuerno de venado.

Otro artículo indispensable para los charros son las chaparreras, una prenda de cuero formada por dos perneras que se ata con correas a la cintura y que es muy útil en la suerte de los piales ya que sin ellas se quemarían la ropa y el muslo con la fuerza del tirón tan fuerte para derribar el animal. Además, cubre un poco más la parte interior del muslo que roza con el fuste de la silla y que, con el mucho montar y ajetreo, llega a producir llagas severas.

Como todos los negocios, la talabartería de don Fernando ha sido afectada por la pandemia, pero él tiene fe en que pronto se terminará esta crisis sanitaria y económica.

Botas: reflejo de la personalidad

De acuerdo con el dicho “dime qué calzas y te diré quién eres”, los zapatos definen algunas características de las personas. Entonces, si los charros usan botas o botines para las competencias, quiere decir que tienen carácter fuerte, de espíritu libre y son algo testarudos u obstinados, además de valientes.

Respetando las reglas charras, los botines deben ser del color del cueraje de la silla, es decir miel, café o bayo. También pueden usar botines negros, con el traje igual negro, pero solamente para bodas o funerales.

El cuarto y último de los oficios para vestir a un charro de la cabeza a los pies, es el del zapatero. Este complemento lo proporciona en el lienzo de Pantitlán don Francisco García Álvarez, mejor conocido como Pakoy, quien desde 1990 fabrica su propia marca, pero continuando la tradición familiar que inició hace más de 70 años su papá, don Moy, Moisés García, que fue el inventor del botín de una sola pieza. Relata Pakoy que el primer botín sin costuras inventado por su progenitor fue para el torero español Manuel Benítez, el Cordobés, y lo hizo usando las patas de una res.

Explica que las botas que elabora son hechas de una gran variedad de pieles, tanto comunes como exóticas, como de víbora, avestruz, anguila, lizard (lagarto), gamuza, vacuno y bovino, entre otras. Dependiendo del material varían los precios.

Con el eslogan “Tu tienda en moda vaquera”, este negocio está en su tercera generación, con la diseñadora Linda García, hija de don Francisco, quien además es distribuidor de distintas marcas de diversos productos charros en sus establecimientos ubicados en el Eje Central.

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