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31, mayo 2021 - 0:14

┃ Brian Sales

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Brian Sales

FOTO: Ramón Romero

Cuando es la primera vez que ves a tu equipo campeón, o cuando esperaste 23 años hasta que sucedió, ningún cerco policial basta para desatar la euforia en una tradición mexicana. Los aficionados celestes se reunieron en el Ángel de la Independencia para celebrar y gritarle a la noche que su equipo era campeón.

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Se acabaron las maldiciones, las burlas, los memes, lo consiguieron y lo festejaron como tal. Las banderas fueron el centro de atención y los vendedores ambulantes hicieron caja gracias al descontrol del pueblo cruzazulino por demostrar su pasión a cómo diera lugar.

Tal fue la euforia del festejo que hasta se olvidaron de la pandemia. No existió ningún protocolo de sana distancia y muy poca gente portó el cubrebocas para reducir el riesgo de contagio. Contrario a lo que dijo la jefa de gobierno de la Ciudad de México, la gente bebió y le dio cientos de vueltas a la glorieta. Cervezas y botellas se veían en la mano de cada persona que portaba los colores azules y blancos. Hubo quienes hasta llegaron preparados con varios cartones.

La velada prometía ser larga. La seguridad lo único que pudo lograr fue envolver el cerco al rededor de la glorieta, pero en ningún momento evitaron el uso de drogad o bebidas alcohólicas en la vía pública.

Fueron unos pocos los que sí respetaron los protocolos y decidieron sólo pasear en grupos de motociclistas, disminuyendo así el riesgo de contagio de Covid-19.

Gracias a la pirotecnia que se tardó un poco en llegar, la gente se prendió y festejó ver fuegos artificiales en el cielo del color de su pasión. A lo lejos, la torre BBVA le dio el toque, ya que pintó su fachada celeste y todos la pudieron observar desde el punto de reunión.

Hace mucho que Cruz Azul desapareció a su grupo de animación, por lo que las consignas con las que festejaron fueron “sí se pudo” y “azul, azul”.

Por la pandemia, los celestes no pudieron acompañar a su equipo en un festejo que prometía ser histórico. Por fin lo consiguieron y dejaron atrás una racha importante de mala suerte, burlas y presuntas maldiciones.

Ahora, por una noche, la Ciudad de México se pintó de color azul, a una sola voz, pero queda la promesa de no volver a hacer esperar tanto a su gente para volver a gritar ¡Cruz Azul campeón!

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