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7, junio 2021 - 18:36

┃ Miguel Ángel Mujica

México-vs-Estados-Unidos

Por Miguel Ángel Mujica

Foto: Mexsport

México y Estados Unidos, vecinos geográficamente, suelen chocar en la mayoría de clasificatorios en cualquier deporte.

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Los estadounidenses tienen la mejor liga de futbol americano, baloncesto, beisbol y hockey. No es una sorpresa que estos cuatro deportes sean los más populares, estadísticamente, en suelo norteamericano, pero el único en donde México suele ser superior, es el futbol.

Lo sucedido el domingo pasado en el Empower Field at Mile High, fue una de esas cachetadas que el incómodo contiguo del norte le dio al equipo de todos.

El Tricolor suele ser superior a los Estados Unidos en lo que ellos denominan soccer. La historia lo marca con los múltiples triunfos de los clubes mexicanos y la representación nacional en los torneos organizados por la FIFA, pero ellos, cuando triunfan ante los aztecas, lo hacen en momentos claves y con un dolor que suele pegar en lo más profundo del orgullo nacional.

Estados Unidos sabe pegar y lo hace en momentos determinantes de la historia mexicana. Si bien el futbol no es su máxima pasión, ser competitivos los fortalece cuando se llevan el triunfo. La caída del domingo fue una de esas, pero la herida es más profunda de lo que se piensa.

 

LA MÁS DOLOROSA

El 17 de junio del 2002, la batalla más importante del Clásico de la Concacaf se llevó acabo en tierra neutral. El estadio mundialista en Jeonju puso frente a frente a los gigantes de la región.

México llegó como claro favorito. Una generación con clase y calidad fue la que llevó Javier Aguirre a tierras asiáticas. Leyendas como Jared Borgetti, Cuauhtémoc Blanco, Rafael Márquez, Jorge Campos y Luis Hernández, fueron arropados por jugadores que brillaban en la Liga MX como el Conejo Pérez, Braulio Luna, Alberto García Aspe y el Cabrito Arellano. Además de los pocos futbolistas que actuaban en Europa: Gerardo Torrado y Francisco Palencia, en el Sevilla y Espanyol de Barcelona respectivamente.

Por Estados Unidos, el recambio generacional se hacía más notorio, los Bocanegra, Wynalda, Balboa y Lalas ya eran historia para darle paso a aquellos que serían sus referentes inmediatos. Claudio Reyna, DaMarcus Beasley, Brian McBride y sobre todo el jovencito de 20 años Landon Donovan, brillaron en esa justa.

México arrancó el partido con calidad. La puerta fue para Óscar Pérez; Chava Carmona, Manuel Vidrio, Rafael Márquez y Ramón Morales formaron la zaga mexicana. Gerardo Torrado, Johan Rodríguez y como media punta Cuauhtémoc Blanco, le dieron calidad y toque al medio campo. Cabrito Arellano y Braulio Luna corrieron por los extremos, mientras Borgetti buscó competir con los centrales americanos.

Los de las barras y las estrellas colocaron un 11 experimentado con Brad Fridel en el marco. El actual seleccionador Gregg Berhalter, Pablo Mastroeni, Tony Sanneh y Eddie Pope conformaron la zona baja. John O’Brien, Eddie Lewis y Claudio Reyna precisaron un tridente en contención para que Donovan como media punta y las dos torres, Josh Wolff y Brian McBride le hicieran daño al Tricolor.

Bruce Arena colocó las bases para saber cómo ganarle a México en el futuro. La estrategia fue clara, que los verdes atacaran y en la contra, golpear lo más que se pudiera. El primer gol cayó arrancado el juego. Donovan aprovechó el descuido y con ocho minutos en el electrónico, Estados Unidos se fue al frente en el marcador.

El cuadro azteca no dejó de buscar. Incluso, el Vasco Aguirre movió su parado a los 28 minutos. El Matador Hernández entró por un perdido Ramoncito Morales para acompañar al Zorro del Desierto. Cabrito y Luna fueron incisivos por las bandas, pero en el momento en el que Cuauhtémoc buscaba darle claridad al juego, O’Brien, Lewis y Reyna le cerraron los espacios. El descanso llegó ante los 36 mil 380 espectadores.

El segundo movimiento llegó. Aguirre notó que su medio campo era superado. Mandó a Sigifredo Mercado y dejó una línea de tres al fondo con la salida de Manolo Vidrio.

Con la ventaja, Wolff se fue y Earnie Stewart conformó un 4-4-1-1 en el parado norteamericano, con Donovan y McBride solitos al frente, pero sería suficiente. Landon logró desmarcarse y dejó para que Brian empujara el segundo para los gringos.

El ingreso de García Aspe sirvió de poco. Además, Rafa Márquez se fue expulsado.

La hazaña norteamericana estaba gestada. El quinto partido, ese porque el que México soñaba, se iría para los estadounidenses. El corazón y orgullo mexicano sufrió una de sus decepciones más grandes esa tarde en suelo asiático.

SORPRESA EN SANTA ÚRSULA

Acostumbrado a caer en el Estadio Azteca, Estados Unidos sorprendió a todos con su primer victoria en el Coloso de Santa Úrsula. El 15 de agosto de 2012, uno de esos amistosos que se le exigen al Tricolor como preparación, terminó en una tragedia.

México partió con Guillermo Ochoa en el arco; Severo Meza, Maza Rodríguez, Héctor Moreno y Jorge Torres Nilo. Jesús Zavala y Manuel Viniegra en contención. Ángel Reyna, Pablo Barrera y Andrés Guardado como volantes, mientras que Javier Hernández fue el centro delantero.

Estados Unidos tomó todo con responsabilidad. Muchos mexicoamericanos estuvieron en la cancha. Jürgen Klinsmann mandó a Tim Howard como portero; Fabian Johnson, Geoff Cameron, Jermaine Jones y Édgar Castillo como defensas. Maurice Edu, Kyle Beckerman, el Gringo Torres, Daniel Williams y Landon Donovan en medio campo para dejar al goleador del Puebla, Herculez Gomez en la delantera.

La fórmula fue la misma que en 2002. Atacar no era la característica de una escuadra como la de las barras y las estrellas. Poblar el medio campo, como en Corea-Japón, volvió a ayudar de nueva cuenta.

El juego fue parecido, aunque todo cambió en el complemento con el ingreso de Brek Shea y Michael Orozco. La combinación fue perfecta y a 10 minutos del final, el jugador del San Luis hizo el gol del triunfo.

La desilusión fue total. México cayó por primera vez en su campo ante su máximo rival. Había pasado al revés, pero que ellos se fueran con la mano en alto del templo mayor del equipo de todos, jamás había sucedido.

LA FINAL DE ORO

La tercera final entre ambos en la Copa Oro, el 24 de junio del 2007, fue la definitiva para ellos. México superó en las dos anteriores al equipo gringo. Ante 60 mil espectadores en el estadio del Soldado, estadounidenses y mexicanos se volvieron a ver las caras.

Hugo Sánchez llevó a lo mejor para la competencia. El liderazgo de Oswaldo Sánchez partió en la portería. Jhonny Magallón, Carlos Salcido, Rafael Márquez y Ricardo Osorio integraron una zaga de respeto. Pavel Pardo, Jaime Lozano y Andrés Guardado formaron un medio campo muy técnico. Arriba, el tridente del Venado Medina, Nery Castillo y Jared Borgetti prometió goles.

Bob Bradley mostró todo su colmillo ante el cuadro azteca. Tim Howard comenzó en la meta; Jonathan Spector y Jonathan Bornstein eran las bandas para que Carlos Bocanegra y el fortachón Oguchi Onyewu completaran una zaga muy potente, pero poco veloz. Pablo Mastroeni y Benny Feilhaber integraron los escudos, DaMarcus Beasley y Clint Dempsey por los costados, mientras que Donovan era el enganche con el veloz Brian Ching en el ataque.

El juego fue peleado, ya consagrado como la rivalidad más caliente en Concacaf. Los americanos pintaron a seis jugadores de amarillo, mientras México tuvo un par.

Andrés Guardado adelantó a los nuestros cerca del descanso. Estados Unidos tenía que salirse de su planteamiento de anteriores encuentros.

La solución para Bradley llegó con el gol de Donovan recién iniciado el complemento. Ricardo Clark y Taylor Twellman entraron para darle frescura a su representación.

Al juego no le pasaba nada y un desconocido terminó por rematar al Tricolor. Feilhaber se encontró un balón en la entrada del área y sacó un disparo violentísimo. Oswaldo se estiró, pero sólo adornó la anotación que más le ha dolido al Tricolor en el que se ha denominado su torneo.

La del domingo fue una gota más del limón en la herida y ver a Christian Pulisic silenciar a los paisanos terminó por confirmar que, en Copa Oro, la revancha tendrá que pintarse verde, blanco y rojo.

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