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Mira

21, febrero 2015 - 11:45

┃ María Vega

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Por José Ángel Rueda

Ni liderato provisional ni buenas sensaciones de cara al duelo ante el Manchester City. Así como en Anoeta a principios de año, el Barcelona fue incapaz de meterle presión al Madrid en la pelea por la cima de la Liga. El Málaga resultó un equipo compacto que interpretó de maravilla las señales que los de Luis Enrique mandaban en clara muestra de que hoy no sería su partido. Al final, el solitario gol de Juanmi fue suficiente para que el visitante se llevara los tres puntos del Camp Nou.

Los primeros 7 minutos del partido bien podrían llenar al hincha culé de nostalgia. Juego rápido y de movimiento constante, una calca del Barça que en pleno inicio de año parecía encontrar el futbol que olvidó en el pasado. El Málaga, bien replegado en el fondo, supo aguantar esos primeros minutos que en los equipos poderosos suelen ser fulminantes. Es cierto, las dos líneas de cuatro fueron suficientes para que Kameni apenas observara el ir y venir del balón, sin intervenir de manera directa en el juego.

Cuando todo iba en marcha, un despeje largo del guardameta malagueño habría de cambiar el partido. Dani Alves en el fondo quiso retrasar el balón a Bravo pero se quedó corto, Juanmi robó el esférico y ante la duda de portero azulgrana definió el primero para los visitantes. A partir de ahí, el Málaga tenía dos caminos y, a juzgar por el trámite del partido y el resultado, eligió el mejor.

La experiencia cuenta que en el Camp Nou, un gol tempranero del equipo que visita termina por firmar su sentencia. Sin embargo, como en todo, algunas veces el futbol no es como parece. Rafinha pudo encaminar la remontada con un disparo potente dentro del área pero la defensa resistió en plena línea y confirmó las sensaciones.

Sin miedo a los ataques blaugranas, cada vez más esporádicos con el pasar de los minutos, los de Gracia se sintieron cómodos en la labor de cerrar espacios y encontrarlos por delante. El contragolpe malagueño pudo hacer más daño a un Barcelona que permitía un mano a mano descarado en el fondo.

Sin ideas, sin precisión y sin velocidad, así intentó hacer frente conjunto culé a un partido trampa en su lucha por el liderato. Luis Enrique, desesperado en la banca, buscó resolver el problema metiendo hombres en ataque. Sin mucho éxito, Pedro trató de generar peligro por las bandas, pero el Málaga era mucho más que cualquier intento. Suárez, constantemente en fuera de lugar, no encontró nunca posición de gol y la dupla Messi-Neymar estuvo lejos de su nivel. Las rotaciones, tan benéficas a lo largo de la temporada, terminaron por pesar demasiado.

Concentración, anticipación e intensidad fueron las claves de la victoria blanquiazul. El Málaga abrió una vereda olvidada en el césped del Camp Nou y se llevó los tres puntos con toda justicia.
Ni el discurso previo de Luis Enrique evitó que el Barcelona comenzara el partido pensando en el Manchester City, y como es de esperarse en el futbol actual, si jugar contra un equipo es complicado, jugar contra dos es prácticamente imposible.