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24, agosto 2021 - 9:18

┃ Yael Rueda

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YAEL RUEDA

FOTO: MOLLY DARLINGTON | Reuters

Tardó más de lo esperado, pero el fuego ya se encendió en el Estadio Nacional. Con la temática de un aeropuerto paralímpico, fueron inaugurados los juegos de la inclusión, la rehabilitación y la solidaridad. Tokio 2020 ya comenzó y promete ser espectacular.

Si hay algo que ha destacado en Japón es la espectacularidad de sus juegos de luces, justamente fue así como arrancó el conteo regresivo, los últimos 10 segundos culminaron y a la par estallaron los fuegos artificiales en la zona alta del inmueble.

En el interior del estadio, el emperador Naruhito llegó con el debido protocolo, las personas a su alrededor hicieron un gesto de reverencia y entonces la bandera de Japón entró a la zona de cancha. El círculo del sol naciente fue llevado por seis atletas paralímpico, quienes entregaron la bandera a uniformados que culminaron su recorrido.

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El lábaro patrio hizo aquel mítico recorrido que semanas antes realizó para llegar hasta el asta y comenzó a izarse mientras sonaba el himno de Japón.


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Un silbato sonó para anunciar el arranque del performance. Un engranaje comenzó a girar hasta quedar perfectamente armado, una vez que quedó listo aparecieron varios artistas con pelotas, aros y sombrillas, ellos bailaron de alegría por el arranque de su fiesta. También hubo cuerdas y sorprendió la forma en la que un joven en silla de ruedas logró brincarla con maestría. No cabe duda que todo es posible siempre y cuando exista un gran esfuerzo para lograr las cosas.

Tres globos de gran tamaño fueron llevados hasta el centro del estadio, con ellos se formó el logo paralímpico y después la pirotecnia volvió a estallar para celebrar el arranque de unos juegos que parecían no llegar.

“Bienvenidos pasajeros, en unos momentos atletas de todo el mundo llegarán al estadio Nacional. Pasajeros, listos para abrir las puertas para estos vientos de cambio”, se escuchó una voz robotizada que anunció el aterrizaje de todas las naciones del mundo en el “Aeropuerto Paralímpico”, esta última fue la temática de la inauguración.

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Uno de los momentos más emotivos del desfile fue cuando apareció la bandera de Afganistán, la llegada del régimen talibán al poder impidió que sus dos atletas estuvieran presentes, pero la solidaridad que acompaña a estos juegos sí llegó y los organizadores se encargaron de hacer presencia de manera simbólica.

Los países desfilaron con un cartel de aeropuerto a un costado, pero también fue la primera vez en la historia que un cintillo alrededor del estadio presentó los nombres de los atletas de cada una de las delegaciones.

México llegó al “Paraeropuerto” con la bandera ondeando en lo más, alto, con mucho orgullo y con la misión de alcanzar las 300 medallas en la historia de esta competencia y las 100 presencias aureas. Los encargados de portar la bandera fueron Amalia Pérez y Diego López, dos de los máximos exponentes del país.

Luego de que Japón pasara por el pasillo del estadio, una vez más el juego de luces llegó al centro del terreno de juego, los colores de todos los países del mundo se pintaron en un círculo al tiempo que las banderas eran agitadas al ritmo de la música.

Tras los fuegos artificiales, se relató la historia de un avión de solo un ala, este personaje estuvo representado por un niño en silla de ruedas que demostró al mundo la alegría de vivir y el esfuerzo que cada uno de los atletas hace para levantarse de la adversidad.

El momento solemne llegó, las palabras de los organizadores fueron emotivas y enfocadas en el esfuerzo y la esperanza que el mundo ha puesto para poder llegar a este momento luego de un 2020 sumamente complicado para toda la humanidad.

“Bienvenidos a los Paralímpicos de Tokio 2020. No puedo creer que finalmente estamos aquí, muchos dudaron que este día llegaría, pero gracias al esfuerzo de tantos, el evento más transformador de la tierra está por comenzar”, expresó Andrew Parsons, presidente del Comité Paralímpico Internacional, instantes después seis leyendas del paralimpismo tomaron la bandera del Comité Paralímpico Internacional, avanzaron y la entregaron a personal de salud para que pudiera ser izada a un costado del lábaro japonés.

El pequeño avión de solo un ala reapareció en escena y no desistió en su intento por volar, el final de la historia solamente significó el momento del fuego, el instante más esperado por todos. Cinco antorchas fueron llevadas hacia el centro del escenario, ellas tenían el fuego de 48 ciudades japonesas, de alguna forma representaban a todo un país.

La llama llegó hasta una enfermera, quien fue el siguiente relevo, después, pasó a las manos de tres atletas en silla de ruedas, todos subieron hasta la cima en la que se ubicaba el pebetero y juntos encendieron el fuego olímpico.

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