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24, febrero 2015 - 11:10

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POR HÉCTOR REYES

AL entrenador de caminata Juan Hernández, lo encontramos cabizbajo, con las mejillas iluminadas por un rojo que hervía como sus manos al saludarlo. Levantó la mirada y sonrió como siempre, porque nunca ha dejado de ser afable, humilde como sus orígenes, desde que emigró de su pueblo natal Santa Ana, partido en dos por el paso de una carretera, ubicado en la frontera de Morelos y Guerrero,.
Juan Hernández llegó a la ciudad de México siendo niño, que buscó el sustento como fuera posible, encontró en la Escuela de Equitación de Humberto Mariles su primer apoyo, donde limpiaba las caballerizas, y conoció a la distancia a los distinguidos generales olímpicos Mariles y Rubén Uriza, aunque acepta que nunca tuvo contacto con ellos, este fue su primer acercamiento con el deporte. Admiraba su disciplina, la forma de dar órdenes y trabajar, allá por 1956.
La escuela de equitación desapareció y sobre sus cimientos fue construido el Centro Deportivo Olímpico Mexicano concluido en 1966, y lugar de entrenamiento de los equipos nacionales que participarían en los Juegos Olímpicos de México 1968. La inventiva producto de la necesidad le permitió trabajar con el equipo nacional de caminata en calidad de aguador, con su garrafón de 20 litros endulzado.
Dentro del equipo de oro mexicano, conocido así porque en cualquier lugar del mundo eran imbatibles, Juan Hernández se convirtió en auxiliar del seleccionado más poderoso que el deporte mexicano en su historia, a partir de 1974. Así aprendió los métodos de la escuela polaca y su horizonte cambió de una forma radical, cuando le asignaron trabajar como entrenador de Graciela Mendoza, una deportista quien como él llegó del interior de la República, hicieron una mancuerna que hoy en día continúa.
El palmarés de Chela es tan rico como el tiempo que duró en la competencia, ella abrió brecha en la caminata femenil de México y pese a que siempre luchó en contra de los jueces tuvo el privilegio de cumplir a cabalidad su carrera, aunque dice su entrenador,  “le faltaron unos piquitos para haber mejorado sus marcas”.
Juan Hernández y Chela siempre tuvieron el apoyo de Don Mario Vázquez Raña, presidente de ODEPA: “Fue una persona muy educada conmigo y también con Chela, donde lo encontrábamos o lo veíamos de inmediato íbamos a saludarlo porque se portaba muy bien con los atletas, entonces, había que respetarlo y tomarlo en cuenta. Directamente él nos apoyaba: ‘¿Cuánto necesitas, Chela?; ahí está tu cheque’. Así, de ese tamaño”.
Estima que ha formado entre cuatro y cinco mil atletas. Pocos  saben que él fue quien descubrió a los fondistas Jesús Herrera y Arturo Barrios, plusmarquista mundial de los 10 mil metros y de los primeros atletas en sobresalir en pistas europeas. Dos medallistas olímpicos de marcha y un campeón del mundo juvenil, entre muchos otros.
A sus 68 años, Juan Hernández encontró una nueva inyección de vida, a través de un nuevo proyecto en calidad de entrenador dependiente del Comité Olímpico y la CONADE, ya que no tiene una buena relación con la Federación.
“Ando mal con mi Federación, porque dicen que no me alineo con ellos, ¿para qué me alineo para lo mismo? No, que me dejen trabajar y yo les voy a dar resultados, así se lo dije a (Antonio Lozano,: ‘No me molestes, no te metas conmigo. Yo no necesito nada de ti ni tú de mí’”, subrayó.
El tiempo le ha hecho justicia, luego de que se retiró del 2000 al 2008, regresó gracias a Chela y ahora cuenta con un equipo compuesto por 18 marchistas y dos auxiliares; también un sueldo de 23 mil pesos mensuales.
Comentó que su corazón tiene fisuras, , pero se cuida con una estricta dieta, y aunque ha bajado de peso, el trabajo que realiza es prioridad, porque la caminata no es parte, sino su vida misma: “Mucho amor al deporte, me gustó y me quedé. Yo aquí nací como entrenador y posiblemente me muera aquí como entrenador”, manifestó después de que ha dejado una huella imborrable desde hace 60 años.