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13, octubre 2021 - 21:26

┃ Miguel Ángel Mujica

El Cuscatlán fue una fiesta

MIGUEL ÁNGEL MÚJICA | ENVIADO

FOTOS: LUIS GARDUÑO| ENVIADO

San Salvador.- Día de partido en San Salvador es significado de día de fiesta nacional, y si es contra México aún más.

El salvadoreño vive de distinta forma el futbol. Lo toma con calma y llega muy temprano al estadio, todo para una previa de horas y horas. En la capital cuscaltense se abre el estadio a las 12 del día, no importan que el juego comience ocho horas después, la sensación de fiesta es suficiente para llegar exactamente cuando se abre el portal del Cuscatlán.

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La playera es infaltable, la azul, la blanca o la azul, no importa de qué año sea, si la actual o aquellas con la leyenda Mágico en la espalda, todos llegan listos para vivir un día especial.

El rival del día es el Tricolor y la sensación de rivalidad llega cuando algún azteca arriba a las inmediaciones del coloso.

Las agresiones quedan de lado, la bienvenida a cualquier mexicanos está garantizada e incluso una cerveza puede llegar para amenizar el momento.

La salsa, cumbia y un poco de pop con Maná, se escucha durante unos momentos. El baile y el sabor del salvadoreño hace disfrutar a cualquiera.

Poco a poco la tarde comienza a caer. Los platos con carne, chorizo, lechuga y arroz con frijoles sólo amenizan la tarde, los refrescos, el agua, pero sobre todo la cerveza, ameniza una tarde que vibra cuando cualquiera comienza con el grito “¡Vamos, vamos Selecta!”

En el estadio, sólo los de sombra entran temprano, el resto esperan a que el astro rey se meta para comenzar con el ingreso.

A diferencia de otras ocasiones, el carnet de vacunación es necesario, ningún salvadoreño, mexicano o de otra nacionalidad puede entrar al estadio sin mostrar que, al menos, tiene una vacuna contra el Covid-19.

El visitante comienza a ser representado con el tradicional penacho o hasta con los famosos luchadores. La Parka, Octagón y hasta el Místico se pueden ver. Los mariachis no se quedan atrás, el equipo de todos mueve al mexicano hasta cualquier lado del mundo.

La oscuridad llega, pero no apaga la pasión. En una pantalla se observa el juego de los Estados Unidos y Costa Rica, el empate es lo que más le conviene a El Salvador, por eso, cuando los norteamericanos se imponen, las mentadas llegan de inmediato y la responsabilidad de vencer al Tricolor se acrecenta.

La hora del partido todavía está lejos cuando los camiones se aproximan. La Selecta es apapachada. Los celulares y peticiones comienzan a arribar. Enrico Hernández, Darwin Cerén y Alexander Roldán son los más reconocidos. Un pulgar arriba del capitán es suficiente para ilusionar a los presentes.

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Cuando llega México, la cosa cambia. La policía se mantiene a un costado del arribo Tricolor. La gente intenta llegar en contra el camión sin éxito. Cuando el Tata Martino baja, los reclamos son constantes. Las figuras no la libran. Raúl, el Chucky, Tecatito, Guaradado, todos son abucheados y uno que otro bañado, la hostilidad está a flor de piel.

El estadio se levanta cuando los ídolos salen al campo y más cuando los himnos se entonan. Más de 40 mil salvadoreños entonan su lábaro patrio después de abuchear el mexicano.

Centroamérica vibra con la visita de México, pero en El Salvador, en el estadio más grande de todos, el futbol se siente de forma distinta.

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