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1, enero 2022 - 18:21

┃ José Ángel Rueda

Nick Saban

Foto: Carmen Mandato/AFP

Como lo marca el manual, pocas veces sonríe cuando una jugada funciona. En cambio, si algo sale mal, no duda en mostrar su molestia con gritos y arrebatos: es la personalidad de Nick Saban, el hombre que ha convertido a la universidad de Alabama en un equipo casi invencible.

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En su hoja de vida figuran siete títulos nacionales, y cerca está de conseguir uno más, si su equipo, favorito en múltiples formas, es capaz de vencer a Georgia el próximo 10 de enero. Alabama se ha metido a seis de las últimas siete finales. De ellas ha ganado tres; es decir, el domino ha sido casi absoluto. Saban, sin embargo, como las grandes celebridades, se cuenta mejor desde lo abstracto, y no desde los números.

Su éxito no es casualidad. El entrenador en jefe es un fanático de la disciplina. Como todo genio, sabe que las diferencias entre ser bueno y muy bueno está en los detalles, de ahí sus rabietas cuando algo sale mal y las sonrisas breves, apenas perceptibles, cuando algo funciona.

AMISTAD CON BELICHICK

Algo hay en el gesto serio de Saban que evoca a Bill Belichick. Su carrera, desde el comienzo, ha estado ligada a la del “Monje”. Ambos se conocieron en Annapolis, Maryland, cuando Saban y el padre de Bill eran parte del staff de la Naval. Ahí se hicieron amigos, como dos tipos apasionados que cuando se encuentran pueden pasar horas hablando de futbol americano.

Con clara vocación defensiva, ambos fueron labrando su carrera. Belichick llegó a la NFL, y ahí, de la mano de hombres como Bill Parcells, forjó su personalidad. Saban siguió en lo suyo, hasta que en 1990 recibió la oportunidad de entrenar a la Universidad de Toledo, a la cual dirigió 11 partidos, en los que ganó nueve y perdió dos. Cuando parecía que el coach había encontrado una ruta a seguir, una llamada le cambió la vida, era precisamente Belichick, recién llegado a los Cleveland Browns, que lo invitaba a formar parte del staff como coordinador defensivo. Saban aceptó, y ahí estuvieron un tiempo, juntos, aprendiendo el uno del otro en la ardua labor de la reconstrucción de una franquicia, hasta que en 1995 le llegó una propuesta para comandar el proyecto de Michigan State.

 

 

 

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CADA UNO SIGUIÓ SU CAMINO

Aquella temporada de 1994, en la que los Browns se metieron a la ronda divisional tras terminar la campaña regular con un récord de 11-5 fue la última en la que ambos coincidieron. Belichick, ya se sabe, tardó unos años en convertir a los Patriotas en la dinastía más grande que ha dado el deporte. Saban hizo lo propio, sólo que en el colegial.

El éxito del entrenador en jefe no fue inmediato. En la estatal de Michigan estuvo cinco temporadas, y a pesar de que tuvo récord ganador en tres de ellas, no pudo consolidarlas con un campeonato.

El camino lo llevó a LSU, donde también estuvo por cinco años. Ahí, sin embargo, conoció la gloria tras coronarse en el 2003, al vencer 21-14 a Oklahoma. La capacidad de Saban para identificar el talento de los jugadores pronto lo llevó a la NFL, donde probó suerte como entrenador en jefe con los Miami Dolphins. El experimento no salió del todo bien. En dos temporadas, Saban terminó con marca de 9-7 y 6-10. El hecho de no haber conseguido el boleto a la postemporada le costó caro.

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ALABAMA, LA DINASTIA

Tras su paso fallido en la NFL, Saban encontró revancha de inmediato en la Universidad de Alabama. Apenas en su tercera campaña logró el campeonato, tras vencer 37-21 a Texas. Aquel título fue el primero de seis que conseguiría con la Marea Roja, o siete, si el 10 enero logra vencer a Georgia.

Más allá de los títulos, el equipo comandado por Saban ha sido reconocido por su capacidad para desarrollar el talento de sus jugadores. En los 15 años que tiene en Alabama, un buen número de figuras han salido de sus filas y han logrado triunfar en la NFL. El talento, por más que pasen los años, nunca se agota. Esta cualidad se ha visto reflejada en los 10 campeonatos que el “Crimson Tide” ostenta en la SEC.

El boom de Saban lo ha convertido, con justicia, en el entrenador mejor pagado de la NCAA. Apenas en junio pasado, el coach firmó una extensión de contrato hasta el 2028, con un salario base de 8.4 millones de dólares que aumentará de manera anual hasta la finalización del contrato. Hasta el momento, en 207 partidos, Saban tiene un récord de 183-24; es decir, una auténtica locura.

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