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6, enero 2022 - 16:12

┃ José Ángel Rueda

Djokovic Park Hotel

José Ángel Rueda

Foto: Especial

En el barrio de Carlton, en Melbourne, un edificio de cinco pisos rompe con la armonía del lugar. La construcción, hecha de ladrillos y cemento, es lo más parecido un búnker. Debe ser porque las ventanas no se abren, están selladas. Desde una de ellas Novak Djokovic, el tenista número uno del mundo, saluda a sus compatriotas que se aglutinan a las afueras del Park Hotel, ese lugar que más que un hotel parece una locación de película de terror.

El sitio, al que Djokovic llegó después de que se le negara el ingreso al territorio australiano por irregularidades con su visado y la exención médica que le permitía jugar el Abierto de Australia pese a no estar vacunado, tiene su historia, poco agradable, desde luego.

En sus paredes, rayadas por algunas consignas que piden el respeto a los derechos humanos, se retrata el infierno que viven los cerca de 32 refugiados detenidos en su interior. Al Park Hotel llegan también los deportados, mientras esperan a que su situación migratoria se aclare. Tal es el caso del tenista, a quien no sólo se fue negado el acceso, sino también la petición de pasar el aislamiento en un alojamiento previamente elegido. En Australia no hay concesiones, por más que se haya ganado nueve veces el torneo de tenis más prestigioso del país. Ahí deberá esperar el serbio, al menos hasta el lunes, mientras sus abogados trabajan a marchas forzadas para solucionar el escándalo.

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La idea de que Novak Djokovic esté recluido en un lugar así ha desatado las críticas. Sobre todo si se toma en cuenta los antecedentes del Park Hotel, un lugar que durante el 2020 fue utilizado para poner en cuarentena a los enfermos de Covid-19 y que destaca por sus pobres condiciones sanitarias.

Las investigaciones no son nuevas. Tiene tiempo que el hotel está en el centro de la polémica. En octubre pasado, por ejemplo, el diario inglés The Guardian dio a conocer que de los 46 “huéspedes” de aquel entonces, al menos 20 dieron positivo a Covid-19. Las ventanas selladas y los pocos espacios al aire libre, siempre vigilados por un guardia, dificultan la convivencia. Hay espacios de área común como el comedor y los elevadores donde no se cumplen las mínimas medidas de distanciamiento. Los enfermos permanecen aislados en el primer piso, mientras que el resto sobrevive en la parte alta del edificio.

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Hace unos días, el hotel volvió a convertirse en noticia tras presentarse un incendio que obligó a la evacuación de los refugiados. A menudo, los afectados aprovechan la exposición mediática para dar a conocer las irregularidades. Así salieron a la luz las fotografías de la comida que sirven en el lugar, donde se aprecian gusanos y pedazos de pan repletos de moho.

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