JOSÉ ÁNGEL RUEDA

FOTO: Cortesía | @beijing2022

El fuego suele alumbrar con su brillo cada edición de los Juegos Olímpicos; ya sea en invierno o en verano, la llama, en todo lo alto, evoca los valores del deporte, esos que perduran por encima de todo, como una energía incandescente. La tradición del fuego en el olimpismo es milenaria, sin embargo, con el paso de los años ha evolucionado hasta lo que hoy conocemos. Esta es la historia.

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VALOR DEL FUEGO

El fuego, desde el principio de la humanidad, ha representado el progreso. En la luz y en el calor que emana de flama va cargado el simbolismo. Según se cuenta, el fuego olímpico representa ese mismo fuego que Prometeo, el titán griego, amigo de los mortales, le robó a los dioses para luego entregárselo a la humanidad, en un acto de heroísmo.

Aquellos valores, de alguna manera, representan el olimpismo y su labor incansable de unir a los unos con los otros.
De aquellas tierras del Olimpo nació la tradición. En los Juegos de la Antigua Grecia, cuando la vida era otra.

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Pasaron cientos de años, sin embargo, para que ese fuego nuevamente encontrará un espacio donde brillar. No fue con los primeros juegos de la era moderna, sino hasta la justa de Ámsterdam, en 1928, cuando la luz se hizo costumbre, y así alumbró las hazañas de los hombres.

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El significado de la flama fue cambiando con los años, siempre para bien. Ya había una luz incandescente, pero faltaba un camino. Aquel fuego que nace en el Templo de Hera, en la antigua Olimpia, y que cada cuatro años evoca a la presencia de sus dioses, sirve de guía para todo aquel que busca en el deporte algo mejor. Así llegó el recorrido, por primera vez en Múnich 1936, los relevos por los países casi siempre en manos ilustres, hasta llegar a la ciudad sede, donde un pebetero, casi siempre como un secreto, la mantendrá con vida el tiempo que dura la justa.

La costumbre se hizo ley, hasta nuestros días.

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LA ANTORCHA

La fuerza del fuego perdura, aunque la llama sería efímera sino fuera por una antorcha que la impulsa. En aquel artefacto extendido se encuentra gran parte del secreto. Cada Comité Organizador tiene la oportunidad de personalizar la suya, darle identidad a través de las formas y colores. La de los Juegos Olímpicos de Invierno, en Pekin 2022, por ejemplo, es roja y plateada, en representación del fuego y el hielo. La líneas en espiral le dan una idea de movimiento constante. Lleva por nombre Flying.

La capital china buscó rendir un homenaje a la historia olímpica de su ciudad: es decir, el diseño actual algo tiene de parecido con el pebetero que se utilizó en los Juegos Olímpicos de Verano, en el 2008, en esa misma sede. Visto a la distancia, el trazo del metal se asemeja a un pergamino enrollado, un instrumento fundamental en la antigua China.

“Al usar la misma combinación de colores y compartir elementos artísticos parecidos a los de la antorcha de 2008, nuestro objetivo es extender un auspicioso saludo al mundo tal y como hicimos en los Juegos de Verano, y mostrar la rica cultura olímpica de Pekín”, señaló Li Jianye, diseñadora del instrumento, el cual ganó de entre 182 propuestas diferentes.

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