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11, marzo 2015 - 13:57

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POR GUILLERMO MARTÍNEZ G.

EL trayecto hacia sus primeros Juegos Panamericanos se hace más corto.
Se va tornando luminoso cuando pisa la pista y mira el silencio que la abriga, señalándole el hábito que debe seguir para crear su propia obra deportiva.
María Guadalupe así lo siente. A sus 26 años y casi tres en la marcha, ha conquistado lo que otras no han podido gracias a su perseverancia.
Boxeadora, corredora, pero sobre todo, buena hija.
Sus quince años los festejó en una competencia de boxeo.
“Es lo que más tengo presente porque siempre estuve ligada al estudio. No soy de ir a fiestas o que me fuera de pinta, más bien me gustaba correr. Jugaba con niños a quienes siempre les ganaba. Eso me fue motivando hasta llegar a la Arena Coliseo donde ya no me dejaron competir porque era de la categoría de 44 kilos, mientras que las otras eran de 48”.
Pero eso no hizo que se frustrara, sino que continuara con el atletismo.
Hasta que un día se lesionó una rodilla fue que comenzó a trotar para lograr una pronta recuperación. Ella lo hizo por recomendaciones de los doctores, sin saber que su destino la iba jalando hacia la marcha.
“Primero fue en los diez kilómetros, y gané. Después me subieron a los 20 y logré mi pase al campeonato mundial. Así me fui apasionando de esta prueba de la que no sabía nada. Pero como fui ganando, supe que era lo mío”.
González Romero viene de una familia humilde. Con carencias pero con amor de parte de sus padres y de su otra hermana, que por cierto es su cuata.
“Teníamos lo indispensable para comer. Pero en un ambiente de mucha alegría. Mis padres nos enseñaron a ser sencillos. Pero también a no dejarnos humillar por nadie. Así me he ido formando un carácter fuerte. Por eso siempre digo que estoy ligada solo a los que realmente me apoyan y comprenden en los momentos difíciles”.
María Guadalupe ahora enfrentará la Copa Panamericana, que la acercará directamente a Toronto.
“No sé las marcas que están pidiendo pero estoy por debajo de ellas, porque me lo ha dicho mi entrenador –Juan Hernández-. Gracias a eso nos preocupamos por entrenar, mientras que él se dedica a ver los números. Y con la formación que nos ha dado, sabemos que vamos bien”.
Ahora, Lupita buscará combatir el viento que ha tenido marginada a la marcha.
Principalmente a las mujeres que por muchas razones no llegan a terminar en el podio.
“Más que nada por los valores que nos vamos creando como personas. Resaltar que la mujer tiene sus propios derechos de buscar salir adelante, es lo que pretendo en cada competencia, en cada evento nacional o internacional”.
Por eso su pensamiento es una visión hacia una nueva conquista.
Siempre repasando con sus pasos llenos de vigor las escenas que vive en cada entrenamiento.
“Estamos aquí por un sueño olímpico. Aunque antes no sabía nada de Centroamericanos o Panamericanos. Solo competía. Me di a conocer sin imaginar todo lo que causaría el ser de las mejores latinoamericanas en la marcha. Hay veces que pienso que todavía es un sueño, pero al llegar a la pista sé que es una realidad y vuelvo a retomar la carga. Pesada por el trabajo, pero satisfecha con los resultados”.