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Mira

7, junio 2022 - 20:13

┃ Rubén Beristáin

Diego Aguirre

RUBÉN BERISTÁIN

FOTOS: LUIS GARDUÑO

ENVIADOS

Intensidad, mucha intensidad charrúa. Eso es lo que se percibe en la pretemporada de Cruz Azul en la Riviera Maya. Eso es lo que el director técnico Diego Aguirre desea contagiarle a sus nuevos jugadores en la nueva era que vivirá la institución a partir de ahora.

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La Máquina abrió las puertas de su entrenamiento vespertino, en su tercera sesión del día. Primero fue playa, luego gimnasio y al último trabajo en cancha, cuando el sol caía en el atardecer.

A pesar de las altas temperaturas en el Caribe, los futbolistas mostraron su mejor cara, aunque visiblemente extenuados por el cansancio. El timonel sudamericano empezó con una charla motivacional y cuando todos se dispersaron para realizar sus respectivos entrenamientos, se dirigió con Christian Tabó e Ignacio Rivero. Sus pupilos nacidos en Uruguay los ha tomado como los referentes para explicarles más cosas del equipo que ahora dirige. Esa fue la tónica por varios minutos de la práctica.

 


A cada jugador se le vio concentrado al máximo, como hace tiempo no se les percibía y es claro el motivo de ello. Cada uno se quiere ganar un puesto en el once titular para el Apertura 2022 y no quieren desaprovechar ni un sólo momento. Rafael Baca, a pesar de su veteranía, pretende seguir como inamovible, por eso se le observó atento a cada indicación y aprovechar que Erik Lira está con la Selección del Tata Martino. Otros que no perdieron la concentración fueron Juan Escobar e Ivan Morales. El paraguayo no pierde la esperanza de seguir como titular, mientras que el chileno desea ser el referente en el ataque. Incluso en la portería se contagiaron de lo mismo. Jesús Corona guió a los más jóvenes. Sebastián Jurado no se separó de Andrés Gudiño y Cabañas, como el más joven, sólo siguió de cerca cada paso de sus compañeros. Todo visualizado por el entrenador de porteros Oscar Pérez, quien también mostró sus habilidades con el balón.

El momento chusco también llegó. Cuando la intensidad estaba a tope, las regaderas se accionaron y mojaron a todos los jugadores en el campo. Las risas entre todos fue ejemplar, lo que demostró que el buen ambiente prevalece, a pesar de la competencia interna que viven.

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