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Mira

18, marzo 2015 - 21:39

┃ María Vega

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REDACCIÓN DEPORTES, (EFE).- Existe un convencimiento generalizado, casi una certeza, de que Max Verstappen va a arrancar los aplausos a Carlos Sainz en esta temporada de su debut. Durante la pretemporada, el holandés de 17 años ha sido el centro de atención de Toro Rosso y, fuera de España, sólo parecía existir él.
En Australia, sin embargo, la primera manga se la llevó Sainz, que superó a su compañero en los tres entrenamientos libres, en la calificación, donde entró en la Q3, y también en carrera. Allí, además entró en el top-ten de los pilotos jóvenes que han puntuado en F1, y el más exclusivo, de los que lo han hecho en su debut. Vamos, que lo que tenía que haber hecho Max, lo hizo el madrileño Sainz sin levantar la voz ni pedir protagonismo.
El puñetazo en la mesa ha sido interesante, porque Sainz sabe que Max es el niño de Helmut Marko y de Red Bull, el nuevo Senna, como le bautizó el austriaco, el chaval que ha hecho cambiar la norma de la Fórmula Uno para que no debuten menores de 18 años, el crío al que anunciaron en verano saltándose todo el escalafón de su equipo júnior.
Además, Carlos se quedó corto, muy a su pesar, y podría haber peleado ese quinto puesto que se le quedó a Felipe Nasr, el otro debutante de Sauber.
El primero, poco conocido, tras la salida del coche de seguridad en los primeros compases de la carrera. A Carlos, por radio, el equipo le dio instrucciones de qué mapa motor debía ponerle al Toro Rosso para el reinicio de la carrera, pero fue erróneo. Se trató de uno específico para ahorrar gasolina y su coche perdió velocidad, con lo que fue sobrepasado por el propio Nasr y por Ricciardo (Red Bull).
Cuando se dieron cuenta, Carlos recobró su velocidad convencional y mantuvo la octava y séptima plaza hasta el infausto pit stop en la vuelta 24 de la carrera.
Allí llegó el segundo error grueso de Toro Rosso, este sí más conocido al atascarse la rueda trasera izquierda medio minuto. Donde los demás, incluido Verstappen, gastaron 22 segundos, Carlos invirtió 55 en poder regresar a la carrera, último.
De estos dos palos se levantó y pudo colocar su coche noveno en la meta, cuando perfectamente podría haberlo hecho detrás del trío del podio y del Williams de Felipe Massa.
“Unas veces fallarán ellos y otras yo, no pasa nada”, fue el conciliador mensaje de Sainz, perfecto en su papel aunque orgulloso del mensaje que ha mandado tanto al equipo como a la prensa extranjera y a esa sensación generalizada de que Max le va a aplastar.
Sainz, que solo se dio un notable por su debut, terminó con una amplia sonrisa su primera carrera del año y ha preferido aislarse estos días del ruido para disfrutar la dulce resaca de su debut y también para no perder el cambio de hora en las vísperas de Malasia la semana que viene.
Por eso ha viajado hasta Tailandia con su preparador físico, Sam Village, para entrenarse duro durante la semana y estar listo para el exigente circuito de Sepang, sede de la segunda carrera el próximo día 29.
Es el primero que se conoce, ya que allí ha corrido en la Fórmula BMW recién estrenado su fichaje por Red Bull, porque del de Australia solo tenía referencias del simulador.