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14, abril 2015 - 15:51

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POR DANIEL CHANONA
CORREPSONSAL

MADRID, España.- Para gustos están hechos los colores. Atlético y Real Madrid empataron sin goles en la ida de los cuartos de final de la UEFA Champions League, disputada en el estadio Vicente Calderón. Defender hasta la provocación del aplauso por conducto de la ofensa deportiva sobre la agonía del partido, fue el sello rojiblanco. La antítesis, justamente resultó la apuesta del actual monarca continental.

Jugando a no dejar jugar, el Atleti fue sintiéndose más cómodo. Si no exuberante, sí armonioso en el principio. Porque el futbol también consiste en ceder la iniciativa y apostar por el despiste del rival. El Atlético de Madrid prosperó hipotecando la pelota, pero ser un equipo frontal se le complica. Buscó pases filtrados entre líneas, intentando que Antoine Griezmann o Mario Mandzukic hicieran de velocistas, mas en el pique en corto Sergio Ramos tiró de experiencia, de visión de campo y de mejor ubicación.

Emancipando sutilezas, el Madrid se fue creciendo. Pin, pan pun. Toco y me muevo, vieja ley del goce colectivo. Sin embargo no llegó a ninguna parte con la claridad supuesta de los grandes. Probó con centros desde los costados, con triangulaciones inconclusas y con punterazos, casi a bocajarro, sin mayor consuelo que el de intentar y no dejar de hacerlo. Una vez agotados los recursos, y en pro de un respiro en medio campo, provinieron de Ramos sendos latigazos que Cristiano no alcanzaría ni con los patines puestos.

Al portero rojiblanco, Jan Oblak, piensan ya en inmortalizarlo. Al sufrir el Atleti sobredosis de prudencia, sobre él descargaron los merengues en reiteradas oportunidades. Y, en igual número de ocasiones, vistió de capa, guantes y antifaz. A Gareth Bale, por ejemplo, se le redujo la moral cuando decidió encararlo tras equivocarse Diego Godín en la salida; el guardavallas esloveno apretó los dientes y reivindicó su oficio, como un titán. También sus lances se mofaron del ariete lusitano y de Marcelo, y de todo aquél que osara vulnerar arrojos colchoneros.

Compactándose en defensa y agrandando el campo en el ataque, los vástagos de Neptuno poco a poco ganaron metros, soltura y confianza. Juanfran Torres se atrevió a escalar su banda para ser partícipe de un remate con la testa de Arda Turan que reactivó el metabolismo inerte del portero Iker Casillas, en los albores del complemento.

Con mejores guarismos jugando en casa, donde ha ganado 21 de los últimos 23 partidos europeos, el Atlético de Madrid concentró en su capitán, Gabriel Fernández, sus desfogues a tierra de nadie. Griezmann recibía de espaldas y, al querer volverse, Raphael Varane estaba allí para agobiarlo… hasta que Diego Pablo Simeone decidió sustituirlo por Raúl García, cuya obligación fue hermanarse con Gabi para liberar de deberes impetuosos a Mandzukic, exigiéndole refugiarse en punta a la caza de un remate, en comunión con Fernando Torres, a la postre de ingresar por Koke Resurrección.

Carlo Ancelotti enarboló la extrema prudencia como bandera, dándole cabida a Álvaro Arbeloa en detrimento de los vaivenes de Daniel Carvajal, y a Isco Alarcón en lugar de Karim Benzema, fantasmagórico en la rivera del Manzanares. El mediocampista malagueño retuvo menos de la cuenta, encontrándose con demora en medio de los aventajados Luka Modric y Toni Kroos, partícipes del toma y daca medular que subscribió la algarabía, según sus intereses, para el partido de vuelta.

ALINEACIONES

Atlético de Madrid: Oblak; Juanfran, Miranda, Godín, Siqueira; Koke (Torres 82’), Gabi, Suarez, Turan; Griezmann (García 46’) y Mandzukic. DT.- Simeone.

Real Madrid: Casillas; Carvajal (Arbeloa 84’), Ramos, Varane, Marcelo; Kroos, Modric, James; Bale, Cristiano y Benzema (Isco 75’). DT.- Ancelotti.