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16, abril 2015 - 9:03

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EFE

“¿Ya contaste cuántos campeones del mundo tenía el Bayern? Seis”, espetó el señor Ribeiro, un taxista aficionado del Oporto orgulloso de la victoria casera de su equipo ante los alemanes del Bayern de Múnich (3-1).

Como el señor Ribeiro, que condujo su taxi ataviado con una gorra del club de sus amores, la mayoría de los portuenses estaban hoy exultantes por haber batido con clase a un equipo, que a pesar de no contar con estrellas como Robben, Ribery o Alaba (todos lesionados), tenía en su once titular de anoche hasta 6 campeones del mundo.

Manuel Neuer, Jerome Boateng, Philip Lahm, Mario Götze y Thomas Müller son los cinco alemanes que Pep Guardiola alineó anoche en la ida de los cuartos de final de la Liga de Campeones y que se proclamaron campeones del mundo en julio del 2014.

A ellos se unió Xabi Alonso, que tocó la gloria mundial en el mundial del 2010 al servicio de la selección española.

Para contrarrestar esa calidad, el Oporto de Julen Lopetegui apeló al factor campo y a un grupo de jóvenes futbolistas de calidad contrastada que ahogó la creatividad de los alemanes.

Joaquim Guimaraes, seguidor del Oporto de 22 años, fue uno de los que calentó el ambiente de Do Dragao.

En declaraciones a EFE, el joven reconoció que no esperaba la alineación del colombiano Jackson Martínez, pero contó que ya había intuido que la estrella del encuentro iba ser un producto local, el idolatrado Ricardo Quaresma.

Quaresma, de 31 años, y el goleador colombiano Jackson Martínez, recuperado a última hora de una lesión muscular, coparon, de hecho, las portadas de los principales diarios portugueses, tanto los deportivos como los generalistas.

El portugués marcó dos veces (una de penalti) y el colombiano provocó la pena máxima y anotó una vez.

“Probamos que somos un gran equipo”, reivindicó el extremo portugués, nombrado por la UEFA el mejor del partido.

En su primer gol, desde los once metros, Quaresma optó por una celebración enrabietada, tomando el balón de las redes y lanzándolo al aire con un potente puntapié.

Él fue el que mejor encarnó el sentimiento de orgullo de la hinchada local, que había avisado a los alemanes en los prolegómenos del encuentro con un llamativo mosaico en inglés.

“Respeten esto: Campeones europeos en 1987 y 2004”. En esa primera fecha el Oporto venció precisamente el Bayern de Múnich en la final de Viena (2-1).

Entre los aficionados alemanes, la euforia que se palpaba antes del partido fue rebajada drásticamente.

Hakan, un hincha bávaro que había pronosticado un 0-4, solo tenía motivos para sonreír por la exhibición de su jugador favorito, hispano-brasileño Thiago Alcántara, que se recuperó hace pocas semanas de una larga lesión de rodilla.

“Él es mágico”, sentenció el aficionado alemán. A pesar de que el resultado se considera razonable para los hinchas de “los dragones”, la mayoría de ellos compartieron el sentimiento de injusticia en el arbitraje del español Velasco Carballo.

“Si hubiese expulsado a Neuer, les habíamos metido seis”, lamentó el taxista Ribeiro, en alusión a la criticada jugada en la que el meta alemán derriba a Jackson Martínez siendo el último hombre de la defensa.

El propio Neuer, en declaraciones a los periodistas, reconoció que había cometido penalti, aunque dio una curiosa explicación de porqué no debió ser expulsado.

Para el meta, la amarilla era suficiente, ya que el delantero no iba en dirección a la portería y sí hacia un costado.