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21, abril 2015 - 13:15

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EFE

Los dos derbis continentales madrileños de la Copa de Europa de 1959, que se convirtieron en tres para forzar un desempate, fueron de una igualdad agotadora para dos clubes, Real Madrid y Atlético, que, 56 años después, volverán a verse las caras en otra “final” anticipada a la que se disputó en el estadio de La Romareda y que clasificó a los blancos al último duelo del torneo.

En pocas ocasiones se han visto las caras Real Madrid y Atlético en la máxima competición continental. Aparte del 0-0 de la ida de cuartos que disputaron ambos la semana pasada, y de la final que ganaron los hombres de Carlo Ancelotti en Lisboa en mayo de 2014, solo hay otro precedente y es en blanco y negro.

Aquella temporada 1958/59 sería recordada por la Liga que ganó el Barcelona de Kubala, Luis Suárez, Kocsis y Ramallets, la primera de dos seguidas que no conseguirían después hasta 1974. La Copa también sería para el club azulgrana, que venció 4-1 en la final al Granada, donde Arsenio Iglesias, luego entrenador del mítico Deportivo, formaba parte de la plantilla andaluza. Tenía 28 años.

El Real Madrid, que había conquistado tres Copas de Europa consecutivas, perdió la Liga un 12 de abril, poco antes de iniciar la que sería una de sus eliminatorias más duras desde que comenzó su andadura continental. Posteriormente, el 14 de junio, ya con la cuarta Copa de Europa en sus vitrinas, el Barcelona le eliminaría en semifinales de la Copa del Generalísimo.

El presidente Santiago Bernabéu, siempre exigente con sus jugadores, no quería terminar el curso en blanco. Con la Liga ya perdida, la eliminatoria ante el Atlético en el horizonte encendió las alarmas en su club. En el cuadro rojiblanco sobresalían nombres como los de Collar, Peiró, Vavá, Rivilla o Chuzo, que iban a hacer peligrar el rodillo continental madridista.

Y vaya si lo hicieron. El Real Madrid, entre el 23 de abril y el 13 de mayo de 1959, sufrió como nunca para pasar a la final. El Atlético, que venía de eliminar al CSKA de Sofía y al Schalke 04, quería hacer historia y convertirse en el primer club en acabar con el dominio blanco, un logro que casi consiguió dos años antes el Rapid de Viena.

En la ida, disputada en el estadio Santiago Bernabéu, el Real Madrid ganó 2-1 tras remontar un tanto de Chuzo desde 40 metros. Rial y Puskas, de penalti -su primer gol con los blancos en Europa- se encargaron de darle la vuelta al marcador. Vavá, al final, falló una pena máxima que pudo haber equilibrado el marcador.

Un par de semanas después, en el estadio Metropolitano, al que tuvieron que poner gradas supletorias para dar cabida a más espectadores, el Atlético ganó 1-0 con un tanto de Enrique Collar. Raymond Kopa, cuando el duelo se encaminaba hacia el final, mandó un disparo al poste que pudo evitar el tercer partido.

El Atlético tuvo la mala suerte de no haber jugado esa eliminatoria años más tarde, cuando la norma del valor doble de los goles a domicilio comenzó a funcionar. De haber existido, habría disputado su primera final de la competición.

Pero no fue así y el estadio de La Romareda del Zaragoza acogió el choque definitivo. Miles de madrileños viajaron hasta la capital aragonesa. Estaba en juego la primera eliminación europea del Real Madrid o la primera clasificación del Atlético para optar al título.

Las crónicas cuentan que la primera parte fue igualada, con el Atlético fuerte físicamente y con el Madrid acechando el área rival a base de enlazar bellas jugadas. Éstas le sirvieron para hacer dos goles por medio de Di Stéfano (contestado por Collar dos minutos después, en el 18) y Puskas, que al borde del descanso hizo el 2-1 con el que se llegaría al final del partido.

En el segundo acto, el Atlético tuvo un bajón físico tremendo. Ni siquiera pudo aprovechar la lesión de Lesmes. Entonces, no había cambios y los blancos jugaron durante muchos minutos con un hombre cojo. Durante años, se dijo que en el vestuario los futbolistas del Atlético tomaron un té que mermó sus aptitudes físicas.

“Si ganaba un equipo o perdía otro se inventaban cosas rarísimas. La gente se lo pasa muy bien cuando dicen esas cosas, sobre todo los forofos. Cuando su equipo no gana dicen cosas de esas”, recordó a EFE el ex jugador del Atlético Feliciano Rivilla.

Con té o sin té, el Atlético no pudo remontar. Pudo llevarse más goles, pero Kopa y Puskas no estuvieron finos en los metros finales. Aún así, Joaquín Peiró, casi al final, falló una ocasión clarísima que pudo haber provocado un cuarto encuentro.

Chuzo, después del duelo, en declaraciones a El Mundo Deportivo, reconoció que el Madrid mereció ganar: “Su victoria ha sido justa. No se pudo hacer más. Cuando la lesión de Lesmes, el Madrid supo bajar a Di Stéfano y a Gento y cubrir perfectamente su campo. Se ha corrido demasiado”.

Bernabéu, mientras, se mostró eufórico: “Un digno remate de los tres encuentros que hemos disputado. El Madrid ha merecido la victoria en todos los terrenos. La lesión de Lesmes ha sido suplida con coraje por el resto de compañeros”.

El Real Madrid ganó aquella guerra disputada a tres batallas. Después, conseguiría su cuarta Copa de Europa seguida tras ganar 2-0 al Stade Reims francés. Antes, tuvo que vencer en un final anticipada, que, según dicen muchos, 56 años después volverá a disputarse de nuevo mañana en el estadio Santiago Bernabéu.

El Madrid tiene bajas importantes, pero, para Rivilla, eso “no influirá” en el choque. El Atlético desea una dulce venganza y espera eliminar a un rival que en dos ocasiones acabó con el sueño rojiblanco de ganar la Copa de Europa. Una vez, en Lisboa. La otra, en Zaragoza, donde murió en la orilla del éxito.