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5, mayo 2015 - 9:14

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POR ALMA ROSA CAMACHO

A TRAVÉS de las vivencias familiares de tres ejemplares enfermeras en tres puntos de México, se descubren hechos de abuso sexual, violencia física, maltratos verbales, abandonos de padres, que condensados se abordan en el documental “Alivio”, de Carla González Vargas, cuya historia fílmica tendrá su estreno nacional este viernes 8.
Con más de 50 copias distribuidas a nivel nacional, se conocerá la vida de tres mujeres cuyas experiencias familiares las han marcado. Y no obstante, al ejercer su trabajo de atención médica a pacientes, mitigan o desaparecen los horrores sufridos como hijas, como esposas y hasta madres, que en este punto quisieron repetir patrones, pero los negativos los detuvieron a tiempo.
Iniciemos en San Cristóbal de las Casas, Chiapas; con una joven enfermera de nombre Alejandra González, madre de dos pequeñas e hija de la señora Lupita. Ella cuenta que su señor padre siempre andaba alcoholizado. Metía a su casa a sus amigos y ella como hija, tenía que besar a los hombres por indicaciones de su progenitor.
Su señora madre, Lupita, cegada por el supuesto amor a su esposo, siempre se hacía de la vista “gorda”, al grado que Ángeles denunció que su señor padre, desde que ella era niña, le pedía que se quitara la ropa y le modelara sus “choninos”. Y ya de más grande, le indicaba que durmiera en la cama de sus padres y cuando menos ella esperaba, “ya me estaba tocando mis pechos y mi parte íntima. Eso para mí ya no era normal. En ocasiones iba a mi habitación y cerraba la puerta bien y me escondía debajo de la cama, para que él no me encontrara”.
El caso de la enfermera Lupita Ramírez, una mujer que provenía de una familia de 13 hermanos, de los cuales 8 eran mujeres. Viven en Guadalajara, Jalisco. Su padre siempre en el vicio del alcohol y con una madre que siempre desquitó su coraje contra ellos. Lupita ante tanto golpe materno y castigos con los cables de luz; decide salirse de la casa y casarse con un hombre a quien de buenas a primeras también lo atrapa el alcohol. Contó que a lo largo de 18 años le aguantó golpes y engaños amorosos. Ella dependía de él para todo. Sufrió desde que se embarazó a los 10 meses de salirse de su casa. Tuvo un niño y una niña. Al primero, su papá lo golpeaba por no cantar como Vicente Fernández, y su hija Lorena narró las angustias que vivió al ver ese cuadro contra su hermano mayor.
La señora Lupita tuvo tratamientos siquiátricos, a fin de sacar todo su coraje contra su madre y su esposo. Un buen día decidió estudiar enfermería en una escuela nocturna y buscar empleo cuidando enfermos. Y no obstante, las cicatrices por sus recuerdos en ocasiones la siguen rebasando.
Blanca Saavedra, enfermera en el área de Oncología, atiende a niños con cáncer. Ella sabe que su vida familiar destruida por el alcohol vía su padre, que siendo cuatro hermanos, un día aparece su abuelo y se lleva a su hijo, “vendió mi padre la videocasetera y sólo nos dejó unos plátanos para comer”.
Detalló Blanca que luego su señora madre tuvo que buscar empleo, pero llegó el día que se cansó, empezó a tomar y de repente los dejó al cuidado de su hermanita mayor que tenía 14 años; “mi madre se fue a Estados Unidos. Desde allá nos mandaba dinero”.
Blanca, al igual que sus hermanos, ven en su hermana mayor a la madre que les faltó. Blanca un día se embaraza, le avisa a su pareja, él le pide que aborte. Ella no hizo caso, y tiene a su hija Valeria, una hermosa niña por quien lucha todos los días.
Como toda mujer mexicana, Blanca tiene la esperanza de que un día regrese su señora madre de Estados Unidos y los disfrute a ellos y a sus cuatro hijos y cuide a los nietos, “esa es la familia feliz que quiero tener”, confía.
Posteriormente se dio una conferencia de prensa con la cineasta Carla González y Blanca Saavedra, ya que a través de la Fundación Marillac A.C., quieren concienciar a las mujeres a cambiar su vida y romper patrones con los que crecieron y mejorar sus vidas.