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13, mayo 2015 - 15:40

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POR DANIEL CHANONA
CORRESPONSAL

MADRID, España.- Para que la cuña apriete, tiene que ser del mismo palo. El ex canterano del Real Madrid, Álvaro Morata, sacó del camino a sus colores de antaño (2-3, global). El Madrid varó sus fortalezas el mismo día en que amagó con reencontrarlas. Cuando la Juventus le paró en seco, con cautela y prudencia; sin más, con contundencia. El madridismo llora y reparte culpas, mientras la vecchia signora se peina, modesta, para citarse con el Barcelona en Berlín.

Se purificó el Madrid, anímica y colectivamente. Y se purificó también el Bernabéu, vestido de un blanco que aminoró bochornos primaverales. Porque ayer fue la tarde más cálida de mayo para la capital en las últimas tres décadas (37 grados Celsius), porque ayer el futbol transpiró a granel ansiedades y suplicios de reivindicación conjunta. Porque ayer España ansiaba mantenerse hegemónica en Europa.

Gianluigi Buffon atajaría cuanto pudo y como pudo. Desfachateces de Gareth Bale, sofismas de Karim Benzema, incluso lidió con la traza de Marcelo, hacedor de aproximaciones armoniosas por el carril izquierdo. Buffon, el inmortal, prolongaría la proeza juventina hasta el minuto 23, cuando el silbante Jonas Eriksson infraccionó con un penalti la imprudencia de Giorgio Chiellini sobre la humanidad del serpenteante colombiano James Rodríguez, quien acechaba impulsivo al guardavallas cinco veces mundialista.

El estadio hizo mutis enseguida, salvo los 4 mil italianos del fondo norte que fueron reduciendo los decibelios de sus cánticos a causa del casi sepulcral ritual madridista. Cristiano necesitaba concentrarse; los suyos le corresponderían con la prudencia. Complicidad de longevos amantes, de los que se increpan pero que no dejan de quererse. Entonces inhaló pausado, con la mira puesta en la verdad alfombra… y exhaló de un golpe, convencido, con las manos firmes sujetando su cintura. La esférica, abollada por el brutal impacto, detonó la algarabía de una grada extraña, de las que glorifican y reconvienen al mismo tiempo. De las que pitan a su entrenador, aún habiéndola llevado un año antes a Lisboa.

Los huecos que la Juventus se esmeró en clausurar, Benzema los reabrió a la buena. Con la clarividencia de quien goza tanto cuando se encumbra como encumbrando a los demás. Es un delantero fino, que juega, deja y hace jugar. El que necesitaba el Madrid para recolocarse en el campo, para afianzarse el terreno cedido por los de Turín en su afán de que el Real no les doliera tanto al contragolpe. No obstante, el desatino ibérico, en suma con la resolución del adversario, fue orillando al Madrid al desencanto.

En principio, mucho más se esperaba de Paul Pogba, el mediocampista que a sus 22 años de edad es asediado por medio continente. Sus recientes dolencias le impidieron quizás mostrarse pleno, mas siempre estuvo para Andrea Pirlo, siempre; y para Álvaro Morata en una de las contadas volcaduras de la Juve a la ofensiva, cuando el Real Madrid menguó su empuje. Al minuto 57, Pogba devolvió al centro un trazo largo y machucado que Morata definió a placer. No celebró, pero seguro que por dentro se deshizo de alegrías.

Carlo Ancelotti, nervioso, mandaría al terreno de juego a Javier Hernández a 25 minutos del final. Se esmeró como no lo supo hacer Bale, como cada que al mexicano le brindan el espaldarazo, pero “Chicharito” necesita de tiempo, de balones colgados y de espacios, los que no halló el Madrid en la noche de estrepitoso fracaso.

ASÍ JUGARON

Real Madrid: Casillas; Carvajal, Ramos, Varane, Marcelo; James, Kroos, Isco; Cristiano, Benzema (Hernández 66’) y Bale. DT.- Ancelotti.

Juventus: Buffon; Lichtsteiner, Bonucci, Chiellini, Evra; Marchisio, Pirlo (Barzagli 78’), Pogba (Pereyra 37’); Vidal, Tévez y Morata (Llorente 84’). DT.- Allegri.