Otra vez la violencia en las gradas y otra vez el Estadio Jalisco. Así como hace poco más de un año, el Clásico Tapatío se volvió a ensuciar por unos cuantos que no supieron comportarse. Que se dejaron llevar por una calentura mal fundamentada y, desde luego, mal expresada. El futbol no es eso que las Barras entienden. No es una guerra de poder en la que el más fuerte es el que gana . No, el futbol es otra cosa distinta, un deporte lleno de pasión y alegría, una fiesta para que todos la disfruten. Pero parece que algunos no lo ven así y en su confusión, mantienen secuestrado al futbol.

Corría el minuto 55 en la cancha del Jalisco cuando varios aficionados ingresaron desbocados al terreno de juego. Sus intenciones no eran buenas, querían agredir al primero que se les pusiera enfrente. Algunos estuvieron cerca. Por un momento, el caos se apoderó de todos, los jugadores pronto se enfilaron hacia los vestidores mientras algunos elementos de seguridad detenían a los invasores.

Pronto las miradas apuntaron a la zona donde se ubican los barristas del Atlas, de manera inexplicable, una puerta se abrió y por ahí entraron los aficionados al campo. Las fuerzas policiales intentaron contener a los aficionados y por supuesto, en el intento se generaron más golpes. Las imágenes son claras, el futbol desde hace tiempo ha dejado de ser un deporte familiar.

Después de unos minutos, la policía logró replegar a los barristas y, tras recuperar el control, el árbitro Francisco Chacón decidió reanudar las acciones, sin embargo, el daño estaba hecho. En la gran fiesta del futbol se coló un invitado que nadie quiere, y que desafortunadamente, nadie sabe cómo sacar.